Los últimos días de una persona desahuciada son muy complicados y tristes tanto para el individuo enfermo como para sus seres cercanos.
Sin embargo, son pocos los países que tienen permitida la eutanasia y el suicidio asistido, para poner fin al sufrimiento de estas personas.
Países que permiten la eutanasia y suicidio asistido
Únicamente en siete naciones del planeta es legal la eutanasia: Bélgica, Luxemburgo, Colombia, Canadá, Nueva Zelanda, España y Países Bajos, esta última fue la primera en aprobar el procedimiento, hace nueve años.
Bélgica le siguió en junio de 2002, mientras que en Luxemburgo se legalizó siete años después, en marzo de 2009; aunque en Colombia no hay legislación, a partir de 1997 se despenalizó y la Corte de hizo que el Ministerio de Salud regulara el derecho a una muerte digna, en 2014.
Canadá legisló hace cinco años la eutanasia como “asistencia médica para morir” y aprobó el suicidio asistido.
En Nueva Zelanda, la legislación siguió a un referendo realizado junto con las elecciones generales en 2020, en el que la mayoría de la población votó por aprobar la medida, que entró en vigor en este año.
En Suiza, la cooperación al suicidio no es delito mientras no existan motivos egoístas (Código Penal 1942). El suicidio asistido se realiza a través de asociaciones pro derecho a morir; algunas también atienden a la ciudadanía de otros países.
Las cortes constitucionales de Alemania, Austria e Italia han dictado sentencias en las que permiten la cooperación al suicidio en algunas circunstancias e impulsan a sus parlamentos a legislar adecuadamente este derecho.
Diferencias entre eutanasia y suicidio asistido
La diferencia entre la eutanasia y el suicidio asistido se basa en quién administra el fármaco. En el caso de la eutanasia es el personal sanitario el que brinda el medicamento que provoca la muerte, mientras que en el suicidio asistido es el o la paciente, quien se autoadministra la dosis que otra persona le ha proporcionado.
Crean Sarco, la máquina que promete brindar una muerte digna
Suiza prueba el uso de la cápsula Sarco, que fue diseñada por Philip Nitschke y Alexander Bannink.
La máquina promete auxiliar a las personas a llegar a su muerte de forma digna. El individuo entra en la cámara, activa el sistema, se duerme y fallece de manera indolora y rápida. Todo se produce, luego de haber inhalado una cantidad determinada de nitrógeno.
El instrumento Sarco es una cápsula que se puede hacer a partir de una impresora 3D y tiene la facilidad de transportarse a cualquier rincón. De esta manera, se hace más accesible el suicidio asistido.
El sistema se prende, gracias a un botón en el interior de Sarco o con algunos pestañeos, en caso de que el individuo que quiere pasar a mejor vida sufra parálisis que le impida moverse.
Cuando el aparato se activa, se vacía el oxígeno del interior. Únicamente queda 1 por ciento, por lo que el paciente empieza a perder el conocimiento en pocos segundos.
Tras la hipoxia e hipocapnia (ausencia de oxígeno y dióxido de carbono) se muere en un periodo de cinco a 10 minutos.
Nitshke, que ha sido denominado como “El Elon Musk de la Eutanasia”, indicó a SWI que durante este proceso no existe el pánico ni sensación de ahogo. La meta es que la muerte llegue con tranquilidad.
Con el objetivo de usarla el próximo año
Aunque el sistema ya está avanzado, el creador de Sarco reveló que la máquina aún no es perfecta y asegura que le gustaría añadir funciones que permitan comunicación del interior con el exterior.
También desea que el consentimiento del enfermo quede grabado y no requiera a un médico que supervise el proceso.
Tienen la intención que el tercer modelo, que se fabrica en Países Bajos, sea el que se utilice en Suiza, a partir de 2022 para facilitar el suicidio asistido.