Son muchos ejemplos y casos de que cuando se habla de una dieta balanceada, únicamente se relaciona con estética. Pareciera que el comer sano sólo ayuda a tener un cuerpo agradable para cumplir con los estereotipos de la sociedad.
Sin embargo, es indispensable saber que la salud es la verdadera belleza. Está demostrado científicamente que la alimentación balanceada es un eje fundamental en la vida de los seres humanos para poder desarrollar una vida más sana, tanto física como mental.
Varios científicos así lo reafirman e indican que una dieta balanceada desde los primeros años es fundamental para desarrollar una mejor capacidad intelectual en los niños para ayudarlos a un crecimiento más fortalecido.
Cerebro
Es lógico que la dieta balanceada evita distintas enfermedades como por ejemplo la obesidad, diabetes y otras enfermedades relacionadas. Pero últimos estudios sobre el caso han confirmado que el cerebro es uno de los órganos que más sufre por mala alimentación.
Los primeros tres años de vida son fundamentales en los seres humanos, por eso la alimentación junto al estímulo, son características primordiales para el desarrollo del sistema nervioso. En esta primera etapa de desarrollo cerebral, se va estableciendo el “cableado” neurológico, con un elevado número de neuronas y conexiones entre ellas, formando sistemas para las diferentes funciones sensoriales, cognitivas, emocionales y conductuales.
“En esta etapa, la lactancia materna exclusiva durante los primeros seis meses de vida, la incorporación progresiva de alimentos y el sostenimiento del pecho hasta los 24 meses, contribuyen no solo a garantizar una correcta nutrición sino a la constitución del lazo que se establece con el alimento asociado indefectiblemente al entorno de vida”, aseguró para una entrevista al medio argentino TN, la licenciada en Nutrición y miembro del Consejo Directivo del Colegio de Nutricionistas de la Provincia de Buenos Aires, María Laura Sansalone.
Datos de Inglaterra
Un estudio realizado en Londres con 3.996 niños de entre tres y ocho años, reafirmó la teoría de que la alimentación influye tanto positivo como negativo en el desarrollo intelectual.
La conclusión principal fue que se determinó que los niños que comieron más alimentos “procesados” tenían un coeficiente intelectual menor, es decir, una alimentación rica en azúcares simples y grasas poco saludables puede afectar al coeficiente intelectual. Otros del aporte del estudio británico fue que la dieta saludable no sólo ayuda al desarrollo cerebral, si no que esto influye más a los niños en su coeficiente intelectual que el nivel socioeconómico de las familias.