Cultura

Fernando Botero fue homenajeado en el lugar que siempre soñó

El Museo Botero alberga uno de los legados más grandes que el artista, fallecido el pasado 15 de septiembre, dejó a los colombianos

En el barrio La Candelaria, en pleno centro de Bogotá, junto a edificios de gobierno, centros culturales y casas históricas, está ubicado el Museo Botero, uno de los espacios culturales más importantes de la capital del país.

Es una casa colonial que desde hace 23 años alberga uno de los más grandes legados que el artista Fernando Botero, fallecido el pasado 15 de septiembre, les dejó a los colombianos: una colección de 208 obras, que incluyen 123 suyas y 85 de artistas de talla internacional como Claude Monet, Pierre-Auguste Renoir, Salvador Dalí, Pablo Picasso, Francis Bacon o Edgar Degas.

Allí mismo, entre las obras que por muchos años estuvieron en las paredes de su casa, y otras que nacieron, crecieron y se terminaron en su taller, estuvo el féretro con el cuerpo del maestro Botero este 25 de septiembre, para un homenaje especial, antes de su viaje a Medellín, donde finalizará su periplo por Colombia.

La familia de Botero, personajes del mundo de la política y la cultura, el ministro de las Culturas, las Artes y los Saberes, Juan David Correa, y decenas de invitados especiales hicieron parte del evento, que tuvo un homenaje musical a cargo del Coro Nacional de Colombia, bajo la dirección de Diana Cifuentes, y del cuarteto de cuerdas de la Sinfónica Nacional, bajo la dirección del concertino Leónidas Cáceres.

Fue un acto sobrio pero conmovedor, en el que varios de sus seres queridos, el ministro Correa y María Wills, directora de la Unidad de Arte y otras Colecciones del Banco de la República, expresaron sus respetos al pintor fallecido.

“Botero fue parte de una generación de artistas nacidos a finales de los años 20 y comienzos de los años 30 sin quienes sería imposible comprender las tensiones y contradicciones de una sociedad que se ha debatido entre la tozudes de sus luchas y las sombras de una violencia que nos sigue aquejando”, dijo el ministro Correa en su discurso.

También destacó que “Botero entendía, pues había visto en enciclopedias y libros las reproducciones del gran arte universal, que nuestro país pertenecía al mundo y que no éramos un hecho exótico y aislado”.

Por su parte, el escritor Juan Carlos Botero, hijo del maestro, dijo que su padre “hizo algo que pocos artistas hacen cuando alcanzan las cumbres de la fama y el reconocimiento: aprovechar su éxito para el beneficio de otros, para enriquecer al pueblo colombiano que tanto adoro”.

Mientras que María Wills resaltó que “hoy despedimos al maestro Fernando Botero desde el lugar que el mismo imaginó, diseñó y entregó a los y las colombianas: el regalo más grande que un colombiano haya hecho a su país”.

Allí mismo, entre las obras, los corredores y los salones que el propio Botero visitó casi todas las veces que vino al país, algunos colombianos pudieron darle un último adiós.

Para explicar la importancia de este lugar, que guardará para la posteridad la memoria, el legado y años de trabajo del colombiano más universal de todos, el Ministerio de las Culturas hizo un recuento sobre su historia

La historia del Museo Botero

Para entender la historia de este lugar, que en promedio puede recibir 1.300 visitantes al día y que está incluido entre las cinco colecciones públicas de arte internacional de mayor importancia en América Latina, hay que devolverse hasta finales de los años 90, cuando Colombia vivía un momento difícil en materia de orden público y violencia.

En ese entonces, Botero ya soñaba con donarle al país su colección de arte. En entrevistas solía contar que sus primeros acercamientos al arte universal, cuando vivía en Medellín, no habían sido en museos, como sucedía con los niños que vivían en Europa y Norteamérica, sino en libros o estampas que contenían reproducciones de las grandes obras maestras. Y él quería subsanar esa situación, que consideraba un vacío en la formación artística de los colombianos. Algunas instituciones se habían acercado a él con ese fin, pero el maestro se decantó por dos: el Museo de Antioquia, en Medellín, y el Banco de la República, en Bogotá.

A esta última institución, que con su subgerencia cultural ya manejaba la Biblioteca Luis Ángel Arango, el Museo del Oro o el El Museo de Arte Miguel Urrutia (MAMU), el artista colombiano le entregó no solo una gran muestra representativa de su obra, sino la colección de artistas internacionales que había venido armando desde hacía un tiempo. Así nació el Museo Botero, todo un sueño cumplido para el maestro.

Botero, el 1 de noviembre del 2000, en el acto inaugural, dijo: “Para mí es un placer infinito saber que estas obras pertenecen hoy a Colombia; saber que los estudiantes que ingresen a esta casa entrarán en contacto con las corrientes artísticas más importantes de nuestro tiempo, contemplando aquí permanentemente, obras originales de grandes maestros; saber que los amantes de la pintura y la escultura puedan venir a visitar este remanso de paz y pasearse tranquilamente por estas salas, dejándose inundar por la estética moderna. Que quede pues este pequeño oasis de cultura en medio del frenesí de la vida ciudadana”.

Desde ese momento, el Museo Botero se ha convertido en uno de los espacios artísticos más importantes del país. Y es la prueba fehaciente de que, además de ser el artista colombiano más importante a nivel internacional, el maestro fue uno de los más grandes mecenas de arte en Colombia.

Para Laura Zarta, Jefe de la Sección Técnica y Curatorial de la Unidad de Arte y Otras Colecciones del Banco de la República, el museo le ha permitido, a miles de colombianos, admirar ‘en vivo y en directo’ obras maestras de algunos de los nombres más importantes del arte moderno y del artista más reconocido del país.

“En el costado occidental del Museo Botero –dice Zarta– se exhiben las 123 obras del maestro entre las cuales se hallan pinturas, dibujos y esculturas. En estas piezas pueden apreciarse los rasgos característicos de su obra, su dominio de la técnica, la coherencia de su visión, la creatividad, su experimentación tan característica con el volumen, el gusto por el detalle y esa combinación de ironía y respeto que marcó su tratamiento de los temas colombianos o sus alusiones a la pintura universal”.

En el costado oriental, por otro lado, está la colección internacional, “compuesta por obras que dan una idea de la evolución de la pintura y la escultura moderna, siendo la más antigua ‘Gitane au tambourin’ (anterior a 1862), de Camille Corot, y la más reciente el gran óleo de Barceló (1998)”, explica Zarta.

En ese grupo también están Busto retrospectivo de mujer, una escultura en bronce hecha en 1933 por Salvador Dalí; Mujer con sombrero, pintada por Pablo Picasso en 1943, y Naturaleza muerta evangélica, un óleo sobre tela de Giorgio de Chirico, de 1956, entre otras grandes obras.

El museo, además, tiene una particularidad que lo hace muy especial. Todo el guion curatorial y los aspectos museográficos (la distribución de las obras, los colores de las paredes, las fichas técnicas, etc…) fueron diseñados por el propio Fernando Botero. Tanto así, que el Banco de la República asumió el compromiso de nunca mover las obras de lugar. Por eso, muchos dicen que visitar el Museo Botero es como entrar al museo que el maestro siempre tuvo en su cabeza.

La propia Zarta cuenta que hasta hace unos años, seguía visitándolos y haciendo comentarios: “Se paseaba por las salas saludando al público y al personal que labora en él. Observaba con calma las obras y se fijaba en los detalles del montaje, ‘hay que subir esta luz’, ‘esa pared necesita pintura’… Siempre pensando en que la experiencia de los visitantes fuera la mejor”.

Los homenajes del Museo Botero al artista colombiano más grande del siglo XX

Desde que Fernando Botero murió, la semana pasada, los colombianos y quienes visitan por estos días Bogotá, han tenido un mayor interés por conocer su obra y la colección que le donó al país. Según cifras del Banco de la República, el viernes 15 de septiembre, el día de su fallecimiento, el Museo Botero recibió 2.241 visitantes (el promedio es de 1.300 al día). Un caudal que siguió el fin de semana: el sábado fueron 2.895 personas y el domingo, 2.433.

Por eso, los homenajes al maestro no paran. Por eso, la institución seguirá con el servicio que viene prestando desde hace dos décadas: recorridos guiados o individuales, para que los visitantes conozcan la obra de Fernando Botero y de otros artistas internacionales de forma gratuita.

Durante lo que resta de septiembre, de hecho, tendrán una visita comentada especial llamada El legado de Botero, que irá de lunes a sábado a las 5:00 p.m. y los domingos a las 3:00 p.m. Como explica Zarta: “las generaciones presentes y futuras de colombianas y colombianos, los dueños reales de esta donación, tienen las puertas abiertas para visitarlo siempre”.

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