No es exageración cuando se dice que la pandemia ha desnudado nuestras carencias y agrandado la brecha entre ricos y pobres, esta semana hubo dos noticias que confirmaron tal premisa. Por un lado, Nueva Zelanda registró más de cien días sin presentar nuevos casos de coronavirus, 102 exactamente, mientras que Colombia se acercó al liderato del ranking mundial de países con la cuarentena más larga, 159 días, peleando mano a mano con otro titán de la región, Bolivia (162 días), y seguido muy de cerca por Paraguay (152), Ecuador (150) y Argentina (149). La cuenta de días va hasta el 31 de agosto, fecha en la que termina el más reciente alargue de la cuarentena decretada por el gobierno nacional, y según lo que se anuncie podría estancarse ahí o alargarse, por lo que los chances de encabezar el escalafón siguen vivos. Ánimo, no hay que perder la esperanza.
¿Para qué es la cuarentena? ¿Para detener el avance del virus, evitar una emergencia sanitaria y darles tiempo a los hospitales de que se equipen mejor para afrontar la emergencia? Ni idea, después de cinco meses nadie sabe la respuesta y todo parece carecer de sentido. Es que llevamos el 43% del año encerrados, y cuando se plantea el confinamiento en términos de porcentaje se entiende un poco mejor la demencia que estamos viviendo; porque está bien que nos guste perder el tiempo, pero esto ya raya en lo absurdo. Aunque eso de cuarentena es un decir, porque basta con salir a la calle para ver las calles y parques llenos, o asomarse a redes sociales, Instagram principalmente, para descubrir que la gente ya perdió la pena y no solo anda en fiestas y paseos, sino que se lo comparte al mundo.
¿Cómo logró Nueva Zelanda estar libre de virus desde el primero de mayo hasta hace un par de días? Por supuesto que ser una isla remota y tener una población pequeña ayudó, así todo es más manejable, pero al margen de eso, con disciplina y buenas maneras. El país se cerró y decretó la cuarentena cuando apenas se presentaban un centenar de casos y ningún fallecido, y eso, sumado a que los habitantes cumplieron con las reglas implantadas por el gobierno, fue la clave del éxito. Ahora tienen cuatro nuevos casos, cuatro apenas, razón suficiente para anunciar nuevamente el confinamiento estricto. Quizá parezca un poco radical, pero poner el bien general por encima del bien particular es necesario para tener una sociedad próspera, un principio básico que en Colombia no hemos entendido.
Nueva Zelanda, más de tres meses sin coronavirus; Colombia, el segundo país del mundo con el confinamiento más largo y los casos y los muertos creciendo a diario, pero con el presidente saliendo todos los días en televisión, como si fuera necesario, y jugando a que tiene la situación bajo control. Aunque es injusto criticar solo al gobierno, que alguna responsabilidad tenemos los ciudadanos al habernos tomado la situación con tanto folclor. Es que estamos hechos los unos para los otros, por eso no creo cuando dicen que el pueblo es superior a sus gobernantes. Somos exactamente igual, es coherencia, matemática perfecta: si un pueblo elige a sus dirigentes entre miembros del pueblo mismo, lo natural es que los gobernantes se parezcan a sus gobernados. Por ejemplo, mientras el ministro de salud de Nueva Zelanda renunció por haber hecho un viaje de veinte kilómetros a la playa, acá el fiscal usa el avión de la institución que encabeza como si fuera su juguete personal. Veinte kilómetros, la distancia entre Bogotá y Chía, y chao por irresponsable; acá Barbosa no viaja más porque la autonomía de vuelo de la nave tiene un límite.
Cuando supe que Nueva Zelanda estaba libre de la enfermedad puse un tuit al respecto, y veinticuatro horas después salió la noticia sobre el nuevo brote, razón por la que quiero disculparme con el pueblo de dicho país. Fue culpa mía, no tengo duda, me metí de sapo a hacer un chiste y les dañé el caminado, ojalá puedan recuperarse pronto. Les mando un mensaje de apoyo y les confirmo que, mientras tanto, Colombia seguirá rompiendo récords y encomendándose a la virgen de Chiquinquirá.