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Los desfiles (y semanas) de la moda digitales van a suceder

Desde que la organización mundial de la salud nos declaró en estado de pandemia, hemos presenciado cambios en nuevos hábitos y regulaciones basados en interacciones de poco contacto a una tasa de cambio sin precedentes. La forma como comemos, trabajamos, compramos, hacemos ejercicio, socializamos o pasamos nuestro tiempo libre. Todo se ha venido moldeando hacia un nuevo orden mundial.

Ni siquiera las empresas digitalizadas más competitivas estaban preparadas para el vertiginoso empujón hacia lo digital; y la industria de la moda no estaba ni cerca de estar a la ventaja. Entendiendo y profesando el poder del e-commerce y las redes sociales, la moda discretamente se aferraba fuertemente a que lo digital nunca reemplazaría el contacto físico, las experiencias de compra y la parafernalia de los desfiles. ¿Irremplazable? sí ¿indispensable? no.

Incluso cuando teníamos las evidencias bajo nuestras narices sobre cómo las tiendas cerraban o las semanas de la moda reducían y cancelaban sus itinerarios, la industria se seguía midiendo por el número de tiendas que los diseñadores tenían o la cantidad desfiles que presentaban al año (y dónde lo hacían). Una constante contrariedad donde nuestro ego pudo más.

Las semanas de la moda representaban la solidez de una industria global, ya que sus agendas inmutables y “sagradas” nos mantenían a un ritmo constante. No habíamos terminado de asimilar una colección cuando ya teníamos otra a la vista. En un abrir y cerrar de ojos estas plataformas alrededor del mundo –de Buenos Aires a Nueva York y de Lima a Sidney– se cancelaron, se pospusieron y otras se fusionaron. Los eventos como el Met Gala y el festival de Cannes siguieron este mismo hilo.

Las grandes casas de moda como Armani o Gaultier pospusieron sus colecciones mientras otras como el grupo LVMH sigue al pie del cañón con sus campañas de prevención; algunos diseñadores volcaban su producción a hacer tapabocas para seguir vendiendo mientras otros abrían tiendas online. Está bien hacer mucho y está bien no hacerlo, al final todos estamos recalculando y en modo avión al tiempo. Sin embargo, lo que tenemos que tener claro es que las semanas de la moda, ese formato tradicional que conocíamos, van a cambiar y tenemos que afrontar esa realidad. No hay de otra.

La pre-ola de la pandemia al parecer tenía dos opciones para los desfiles: cancelar o posponer. Sin embargo, cuando la semana de la moda de Shanghai desafió el efecto dominó de cancelaciones, guiado en parte por la incertidumbre y el miedo del panorama, otras se sumaron a detener la cascada. Mexico Fashion Week tomó las riendas en el costado occidental y nos presentó una semana de la moda netamenta digital de la mano de Youtube cargada de formatos audiovisuales donde se presentaban los trabajos editoriales, desfiles y entrevistas de los diseñadores mexicanos.

Y es que las semanas de moda digitales serán eso: una exaltación y visibilización del talento local en un formato donde la primera fila y el alcance es para todos, una mirada hacia adentro de lo que tenemos y lo que podemos consumir. Esto útlimo se vuelve importante porque esa reinvención de la que todos hablan, apoyada en una robusta plataforma digital, debe estar ligada a la realidad de cada país, ¿de qué nos sirve seguir poniendo modelos europeos en una campaña latinoamericana?, ¿de qué nos sirve apropiarnos de una cultura que no se entrelaza fuertemente con la nuestra? Vamos a cometer otra vez el mismo error entre el decir y el hacer, entre lo que creemos que es moda, esa utopía inalcanzable, y la realidad.

No solo tenemos que estar aplomados estéticamente sino tecnológicamente. La marca Italiana Pinko, la cual presentó su desfile en Shanghai, permitió a los espectadores comprar sus prendas de inmediato mientras los modelos caminaban, literalmente, dando otro paso en la forma de compra, promoción y visibilidad de la indumentaria. Sin embargo, es un poco irrisorio pensar que esto podría pasar en Colombia y sus vecindades, pues hasta hace muy poco los diseñadores locales están corriendo a armar su tienda online o “mejorando” sus cuentas de Instagram. Ante un reseteo total donde todas las fichas están al mismo nivel, latinoamerica en general se queda atrás por la implementación –ojo, no necesariamente el acceso– de la tecnología en sus negocios. Sin embargo es nuestra recursividad, nuestra cultura y creatividad las que podrían jugar un papel fundamental ante los gigantes asiáticos.

Nadie se vio venir una economía de bajo contacto ni mucho menos aislamientos obligatorios. Toda empresa, negocio o plataforma que dependió netamente de un contacto físico, hoy está siendo probada ante un consumidor más ansioso, más desconfiado y más consciente. ¿Se acuerdan cuando las revistas físicas de moda empezaron a desaparecer y el sistema moda entró en “caos”? Seguramente al día de hoy extrañamos tener una pila de estas en nuestro escritorio, pero aprendimos a vivir sin ellas, a dudar si comprarlas en la fila del supermercado y a evidentemente reemplazar cómo consumimos información. ¿Por qué no podríamos hacerlo con los formatos tradicionales de semanas de la moda, los desfiles y las colecciones? Como dijo Galliano “si las películas nos emocionan y nos hacen sentir cosas ¿por qué no podríamos hacerlo los diseñadores?”.

En ecología hay un término llamado sucesión secundaria, la cual se usa para describir cuando una perturbación altera el ecosistema en la que solo especies muy adaptadas (pioneras) a este tipo de disturbios sobreviven y explotan el terreno permitiendo que otras vuelvan y lo colonicen. Esta es nuestra perturbación y nuestra crisis no es la COVID-19, es no aprender nada de todo esto y seguir en esa añoranza continua del pasado junto con un lema de “volveremos a lo que fuimos”. Del CD no se volvió al casette porque simplemente lo extrañabamos. Ese positivismo descontextualizado no funcionará cuando nos acaban de empujar en el tobogán digital sin pedirlo. Nuestra industria, la industria de la moda será digital, quieranlo o no, y no podemos seguir pensando que esto es una etapa que durará un par de meses más. Esta es una invitación a no llorar sobre la leche derramada porque esta no será nuestra primera ni última pandemia.

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