Que se robaron seis metros de cable… ¡Ojalá hubieran sido solamente seis metros de cable los que se robaron ahí! A duras penas queda alguna piedra sobre piedra en el estadio Guillermo Plazas Alcid, uno de esos símbolos de las desgracias de nuestro fútbol local.
Por cuenta de esos seis metros de cable que alguien se echó al bolsillo no había luz en Neiva para un duelo que puede definir mucho en el descenso de categoría entre los locales y Envigado. Entonces, hay que darse una vuelta por Montería y darse cuenta de que, en efecto, allá la luz es menos tenue, pero que igual no hay torres de iluminación sino velones de funeraria que acompañan a los futbolistas que tratan de hacer ojos miopes cuando pasan la pelota por el sector de oriental del estadio Jaraguay. Fútbol de barrio, de barrio bajo.
Y uno se imagina a tres muchachos corriendo a buscar una ferretería abierta en la capital del departamento del Huila para ver quién diablos les puede vender los benditos seis metros de cable. Y que, mientras el dependiente busca en la parte del fondo de su negocio la cantidad necesaria, entre ellos juegan a piedra-papel-tijera para ver quién va a enfrentar la penumbra para hacer el arreglo en un lugar que debe ser peligroso: ¡pues es que hasta allí llegaron los ladrones que se robaron seis metros de cable!
Todo muy chiquito, muy parroquial. Pero no es el único suceso –y es ahí donde lo parroquial ya no es tanto, ya que el problema parece bastante grave en cualquier sentido– porque empezamos a sumar y vemos que en el estadio de Santa Marta no se pudo jugar porque a pesar de haber sido construido hace dos años, un chaparrón hizo que se convirtiera en una piscina olímpica, piscina en la que, en otra ciudad, jugaron una final de fútbol femenino Medellín y América sin que se detuviera el encuentro por claro riesgo para quienes disputaban el duelo en el Atanasio Girardot. Que le lanzaron un puñal a un futbolista desde una gradería; que además en Bucaramanga hubo una refriega violenta y, para añadir, en otro suceso un hombre murió al caer al vacío de una tribuna alta; que una piedra rompió el ventanal del bus de Nacional y que pudo herir a Vladimir Hernández. Y que hinchas de Millonarios que viajaban a Cúcuta fueron detenidos por cargar elementos que buscaban matar, misma imagen de hace un par de meses donde otros fanáticos del mismo club también causaron desórdenes en Santa Marta.
Y una hincha santafereña, Jenny Paola Socarrás, recibió un piedrazo en la cabeza que le quitó la vida. Los asesinos al parecer serían hinchas de Valledupar entre los que habría menores de edad incluidos en el grupo agresor.
Para completar este panorama de espanto, los futbolistas decidieron protestar pacíficamente sentándose durante un minuto en el campo sin jugar la pelota ante la negativa de la Dimayor en torno a la atención de sus solicitudes para sentarse a hablar sobre la posibilidad de negociar en una mesa concertada sus condiciones laborales. Desde la Dimayor les cerraron la puerta en la nariz.
Durante los segundos iniciales de los juegos de la jornada las transmisiones de TV decidieron cambiar el plano para no registrar la protesta, dejando así cualquier tipo de libertad muy mal parada.