Sus manos están dispuestas con imanes en las palmas cuando su equipo lo requiere. Y Sebastián Viera actúa casi siempre bien. Por lo general es uno de los destacados de su club, que, obvio, cuenta con Teo, Chará, Barrera, Hernández y un largo etcétera ofensivo, pero que a la hora de resguardarse encuentra a Sebastián Viera como su salvador.
En cada partido tiene por lo menos una volada que garantiza un resultado a favor. Es que no hay que decirse mentiras tampoco: Junior es una tromba, un equipo que cuando pisa el acelerador es incontrolable, pero también da ventajas en la parte de atrás. Llamemos ventajas a ese concepto indispensable para que el fútbol sea divertido y es que cualquier equipo, por más robusto defensivamente que parezca, también recibe andanadas rivales de ataque. Pero es ahí en donde el Junior también sustenta una muy buena campaña que lo hace soñar con un futuro feliz.
En Bogotá Viera fue exigido dos veces por un Millonarios abúlico. Solamente dos, si nos vamos a la literalidad y en las dos, respondió. En especial en una jugada que fue muy parecida al primer gol de Junior en El Campín: un tiro libre envenenado peinado por Domínguez. Viera, con arrojo e instinto, voló hacia la pelota. Intuyó el peligro y en ese gesto está la gran diferencia entre un gran arquero y un arquero apenas bueno: el gran arquero es capaz de saber la resolución de un problema antes de que se presente. No tiene que atajar tanto porque se anticipa al peligro y cuando ataja es porque, en efecto, era su último recurso; era como romper el vidrio para sacar el extintor, era la última solución que tenía contemplada después de haber descartado otras opciones que, para ese riesgo, resultaban inútiles.
Muy diferente a Millonarios, y vale la pena el comparativo porque Vikonis es un buen arquero y listo. Se para bajo los tres palos, grita a los compañeros, les choca las manos cada vez que alguno lo salva, sabe ordenar una barrera con criterio, grita los goles desde su portería con alegría y dedicación a la gente, pero no recuerdo una atajada que haya valido un título. Si se quiere ser más abierto en el juicio: no recuerdo una atajada de Vikonis que haya salvado un partido. De Viera puedo nombrar no solamente una.
Porque si está vivo en Sudamericana es porque el portero supo aguantar a Moiraghi a la hora de decidirse por la mejor opción para detener un penal. Porque durante ese juego en Barranquilla en el que el Cali logró enredar al equipo que parecía sabérselas todas, Viera aguantó en los malos momentos a punta de voladas. Y qué decir contra el América en Barranquilla con dos atajadas determinantes ante ‘el Queso’ Fernández y Bottinelli antes de gestarse la goleada; o en Montería, donde el penal que detuvo fue la más fácil de las que tuvo que sortear aquella tarde…
Junior puede seguir estando tranquilo porque gana los juegos en donde mandan los cánones del fútbol: gana en las dos áreas. En el área rival, gracias a su contundencia goleadora; en la propia, debido al hombre del buzo con alas.