Abanderamos nuestra libertad: nadie nos da el poder, nosotras lo asumimos, asumimos el poder porque sabemos que por sí mismas somos poderosas. Y es por eso que demasiados nos temen y siguen repitiéndose una y otra vez: «Una mujer no puede”, “las mujeres por naturaleza no deben», «aún no hay una mujer que”.
Nosotras nos reímos porque mientras acuden a esos clichés y los repiten como mantras o como algún hechizo que retroceda el tiempo y les traiga la época en que teníamos miedo a defendernos, nosotras avanzamos sin parar en medio de los bosques espesos del patriarcado que los machos modernos se dedican a cultivar.
Esa fue la respuesta que le di a una mujer seguidora de Feminismo Artesanal en una conversación espontánea que terminó siendo algo muy profundo. Ella pregunto: «Mar, ¿cómo es que podemos asumir ser libres cuando diariamente tenemos miedo?». Mi respuesta produjo una mirada de “niña sorprendida” y replicó: «¿Entonces reconoces que también tienes miedo?»
Y mi respuesta fue una contrapregunta: ¿cómo se supone que no debo temer siendo yo? Siendo una activista que grita a voz en cuello a las mujeres de todas las clases sociales, en todas las formas de ser mujer, que resistan al machismo. No dejamos el miedo por ser feministas, somos feministas porque el miedo nos obligó a serlo. Miedo a todo. Miedo a no arriesgarnos profesionalmente. Miedo a ser descalificadas por decidir sobre todos los aspectos de nuestra vida. Miedo incluso a perder la vida, y no hablo solo de un feminicidio, hablo de la sanción social a las mujeres libres, que es otro tipo de feminicidio ya que al sancionarnos socialmente no tenemos éxito en ninguna manera, y la condena al fracaso es otro tipo de muerte. ¿Cómo se supone que no debo tener miedo?
Y ella replica: «¿Cómo es que te dices libre presa del miedo?». La miré fijamente a los ojos y dije: «Una cosa es temer y otra es ser presa del temor».
Lo que nos hace mujeres putamente libres es la gallardía que tenemos de vivir sin miedo, pese al miedo. Nuestra mayor resistencia es aprender a decirle al miedo que no le temeremos, aún cuando nos tiemblen las piernas y se nos desquebraje la voz.
Decirle al “amor de la vida”: te amo y, aun así, te dejo porque tú me dañas. O al trabajo donde en comparación a semejantes profesionales somos abusadas laboralmente porque nos pagan menos: ¡Renuncio! Aun cuando no sé qué va a pasar.
Vivir sin miedo no es no padecer el miedo, es pasar por encima del miedo. Es decidir desobedecer toda norma, ley u orden que nos despoje de nuestra dignidad.
Hoy hago mía la reflexión de Audre Lorde y dedico cada palabra a cada una de las colombianas que me leen:
“Yo escribo por esas mujeres que no hablan, por esas que no tienen voz porque están tan aterradas, porque se les enseñó a respetar el miedo más que a nosotras mismas. Se nos enseñó que el silencio nos salvaría, pero no lo hará»
Finalizo con estas peticiones:
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2) Escribe a feminismoartesanal@gmail.com contándome qué temas te gustaría que tratara en nuestro programa en el marco de Mujer y sociedad antimachismo
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