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Hinchas 2.0

Están ahí, en el teclado o en el celular. Su vida es esa, dedo pulgar, dedo pulgar, a veces el índice, a veces el otro índice. Qué dijeron acá, qué dijo el otro, qué hay en Twitter, quién dice o “bota” algún “argumento” para iniciar una pelea, o mejor, algún intercambio de trinos para tantear al final quién “sabe más de fútbol”. Eso sí, no hay espacio para debatir, es un monólogo del dar la razón porque si no el rival, el que está del otro lado del teclado, es: burro, ignaro, tonto, “frita tajadas”, cocinera (sí, en femenino, para denotar que ellas dizque no saben de fútbol), sin cerebro, adicto a la heroína o a lo que usted quiera… Puedo seguir, la lista es larga.

De igual manera, el respeto está a la no orden del día. De mi parte, por lo menos, esto es algo que no negocio jamás en ningún ámbito de mi vida. Si se trasgrede la línea del respeto, nada que hacer; chao, me voy o hago ir al otro o, en Twitter, bloqueo, bloqueo, bloqueo. No tengo por qué aguantarme el irrespeto de alguien del que nada poco o ni conozco. Sigamos…

Si uno de ellos, por lo regular el que dice ser muy “influyente”, afirma que la Tierra es cuadrada, que Elvis Presley era un cantante de reguetón, que Uribe es un tipo sensato y que la Cicciolina es virgen, una manada de borregos muerde el anzuelo, replican, afirman y consolidan estas versiones. ¡Ay del que ose oponerse o denotar que no está de acuerdo! Ni una jauría de hienas es tan letal y muestra tal sevicia para acabar con la honra del pobre que lo haga.

Y ya en el plano del fútbol, la cosa aumenta de forma rápida. Es una efervescencia que ni el mejor Alka-Seltzer logra. Todo es un robo, robo acá, allá, robo porque se comió un gol, robo porque lo hizo, robo porque entró, salió, corrió, metió, pateó, no pateó, sacó, celebró, maldijo “¡Nos robaron, me robaron, esos roban!”. Cualquier cosa que no les guste dentro del marco de un partido de fútbol y su entorno: es un robo. Yo lo traduzco en estas palabras: lloradera, quejadera y, lo peor, desconocimiento del juego mismo. Vivirlo, olerlo, sentirlo…Y eso, amigos, no se da al son del teclado.

Me pueden tildar de romántico (incluso eso se está perdiendo), pueden decir que no son todos, válido, pueden decirme que se vive el fútbol con celular y jugarlo, más que megaválido. Pero mi punto es que veo que se perdió la mística y es esa mística la que lleva a entender cosas de este deporte que van más allá del robo, del “cualquier contacto es juego brusco” y del 4-2-3-1.

Allá están, van desde los 10 a los 17 años (incluso más viejos, hasta cuarentones), cuando ya su criterio se perdió. El fútbol les entra por Twitter. “Se robaron ese título, ese juez le robó a tal o a sutano”, trinan por ahí y ellos asumen que todo es así en el fútbol. Para ellos lo diáfano o el error no existen en el mundo de este deporte, o en cualquiera. Solo es decirlo y ya. Es así de fácil como se habla de algo tan grave. ¿Y las pruebas del robo, el argumento? No hay tiempo, ya la honra del árbitro, del jugador, del técnico y hasta del hincha se perdió. Siguiente trino…

Qué bella época en la que uno jugaba fútbol en el potrero, en la cancha del barrio, en el parqueadero de la unidad, en la calle. A veces solo era necesario poner cuatro piedras en cada lado y listo. Daban las once de la noche, no había protocolos. No importaba dañar los zapatos que la mamá consideraba “buenos y elegantes” o el jean nuevo. No importaba la raspada. No había árbitro. El juego mismo daba la norma. Todo lo que pasaba en la cancha se quedaba en la cancha. Había códigos sin necesidad de escribirlos y verlos tácitos. Ahí se entendía que es jugar al fútbol, que es meter el alma, chocar, ser vivo, cantar un gol que a nadie más le importaba, compartir con los amigos, saber que era el juego. Competencia pura, fútbol puro.

Así se forjaba el criterio, en la raíz del juego, no en la raíz del trino.

¡Peladitos, a jugar fútbol a la calle, a la cancha y demás! Menos quejadera y lloradera. Aún están a tiempo, hinchas 2.0.

Andrés ‘Pote’ Ríos – Twitter: @poterios 

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