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¿A dónde se han ido todos los críticos de moda?

Muchas personas vieron el nacimiento de los blogueros de moda como una plaga al “sacro” arte del periodismo. No obstante, pensar en alguien ordinario reportando moda con una mirada diferente y no sesgado al de la estipulación académica prometía un nuevo tipo comunicación en el que todo podía ser dicho, y con ella, un nuevo público que estaba hambriento por una realidad no contada.

Sin embargo, estos nuevos ‘opinadores’ de moda, cuyo éxito se ha vuelto evidente a través de las redes sociales, han sido el blanco de las complacencias de las marcas de moda, lo que ha llevado a desencadenar un declive en la credibilidad de su opinión. No los culpo; si a ellos no les pagan por cada frase que escriben, entonces ¿por qué no aceptar los regalos que les ofrecen? Es tentador, sí, pero entonces ahora la pregunta se traduce a ¿cómo una persona cuya opinión era libre (¿no todas las opiniones deberían serlo?) dará una crítica honesta si la marca o casa de moda ha pagado por su tiquete de avión o su maquillaje e indirectamente con sus facturas de gas, agua o luz, por ejemplo? Dicha causa-efecto ha creado un grupo de personas que, a mi parecer, deberían autodestronarse en sus biografías del título de críticos de moda –o incluso opinadores de moda– y quedarse con el de voceros de marca. Como respuesta a la ausencia de críticos, en esta era digital TODOS necesitamos una nueva oleada de nuevas voces en la industria.

Empecemos con el hecho de que un crítico de moda no tiene que estar en contra de todo el mundo. No es aquella persona que hace de sus opiniones dictaduras y mucho menos que irrespetan a las de los demás. Eso no es un crítico de moda, es una persona con falta de seguridad en sí misma. Tampoco es un crítico de moda aquella persona que habla bien de todos por estar en “la rosca” y que siempre idolatra a los mismos diseñadores porque van con su estilo. Mucho menos un crítico de moda se mide por sus “me gusta” o “seguidores” en redes sociales. Créanme, esto a veces es inversamente proporcional a su criterio.

Como personas que trabajamos en la moda, es nuestro deber despegarnos de reportar moda de acuerdo a nuestros gustos o de quien nos envió el regalo a casa. Hay que empezar a ser más curiosos de por qué dicha pasarela, producto, inspiración o campaña fue de tal forma y no reducirlo a un simple “no, a mí no me gustó” o “no, yo no me pondría eso”. Es fácil escribir con carácter y conciso sobre lo que odiamos o amamos, incluso cuando es algo que amamos y que todo mundo odia. Lo que se vuelve difícil es criticar personas que son nuestros amigas o colecciones de personas que estimamos. Yo he caído varias veces en el silencio como respuesta. Por suerte, muchos entienden que nuestras opiniones hacen parte de nuestro trabajo.

La pregunta se transforma a: ¿realmente importan esas críticas de moda? ¿Algún millennial interesado en moda lee dichas críticas? –ojo, no creo que ser millennial deba ser estigmatizado–. SÍ. Creo que todos estamos de alguna forma absorbiendo las críticas de otros para consolidar las propias, solo que hoy en día el formato ha cambiado y tal vez preferimos verlas a leerlas. El problema es que aquellos que se han adaptado rápidamente a los nuevos formatos digitales probablemente vienen de la corriente “gracias a Pepito Pérez por su increíble producto”. Creo que con la masiva pérdida de individualidad, un buen crítico de moda resulta la aguja en el pajar entre tanto libertinaje digital. Los necesitamos.

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