Hace dos semanas una avalancha arrasó con parte de Mocoa y segó cientos de vidas. Inmediatamente salió a relucir lo mejor de los colombianos: la solidaridad, aunque otra avalancha, la de los acontecimientos, pronto nos hizo girar la vista hacia nuevos sucesos. Entre los clamores de ayuda surgió y se concretó el de alimentos y medicinas para animales damnificados, pese al mezquino pretexto de “primero lo primero” que cada vez, felizmente, encuentra menos eco.
En 24 horas, por presión de las redes sociales, la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres anunció que trabajaba “por preservar la vida e integridad de todos los seres vivos afectados tras la creciente súbita”. Sin embargo, ninguna ayuda llegó del Gobierno. Lo único que recibieron los animales de él fue una orden de desalojo. El albergue que un grupo de voluntarios montó en tiempo récord para atender y acoger temporalmente perros y gatos, acatando disposiciones de salud pública en situaciones de emergencia, fue desmontado por decisión del Puesto de Mando Unificado. El Gobierno ni siquiera ofreció su ayuda para el traslado; menos aún, para condicionar un nuevo espacio. Solo dio la orden de irse.
Sin embargo, decenas de animales están siendo socorridos. En las mismas 24 horas que tardó el Gobierno en hacer su anuncio de twitter, ciudadanos organizaron puntos de acopio de alimentos y medicinas y gestionaron mecanismos para transportar las ayudas. Horas más tarde se conformó el equipo “Apoyo Veterinario en Mocoa” y se contactaron hogares de paso en varias ciudades para recibir animales, unos 40 hasta ahora, especialmente madres gestantes y lactantes. Es asombrosa la capacidad de movilización de los colombianos y las redes que tejen cuando se disponen a ayudar. Un verdadero alivio frente a la indolencia y pasividad del Estado.
En menos de una semana, los voluntarios crearon un nuevo albergue, cavaron un pozo séptico, construyeron una gatera, crearon una zona de hospital y otra de guardería, hicieron cirugías en campo y desplegaron una capacidad de atención de aproximadamente 100 animales diarios, a quienes les han hecho vacunación, desparasitación y desinfección de heridas y de lesiones de piel. Su labor ha permitido, además, que algunas personas reencuentren a sus queridos compañeros. De los que no sabemos es de los animales “de granja”; el ICA dice que tiene “controlada su situación”.
Lo que no han podido hacer los médicos son esterilizaciones (¡nada más y nada menos!). Y no por falta de dinero: una veterinaria ofreció su clínica gratis y los profesionales no cobrarían mano de obra. El impedimento ha sido la secretaría de salud del municipio. Su única función sería hacerse cargo de los residuos biológicos de las cirugías (recoger bolsas), pero ni a eso se ha dispuesto el Gobierno.
En cambio, hay que destacar la labor de la Policía Nacional y de Carabineros. Atentos y generosos, han sido un soporte permanente para el equipo; incluso, compartiendo su almuerzo. La Gobernación del Putumayo les prometió a los voluntarios refrigerios que nunca llegaron. Seguramente, sin embargo, quedarán servidos en el papel. Algún funcionario los cobrará, a razón de 30 diarios por 2 semanas.
El albergue será desmontado el 30 de abril. Algunos gatos y perros más serán enviados a otras ciudades, otros quedarán bajo el resguardo de proteccionistas de Mocoa, y muchos más a la deriva. Si cesara la generosidad de los colombianos, los animales estarían perdidos. Con el Gobierno, queda claro a qué atenernos.
Para ayudar: Apoyo veterinario en Mocoa (Facebook), apoyoveterinario@gmail.com / Pilar Ortiz, coordinadora.
Por: Andrea Padilla Villarraga / @andreanimalidad
Candidata PhD Derecho Universidad de los Andes. Vocera en Colombia AnimaNaturalis Internacional