Está cada vez más de moda ser feminista. Y muchas personas opinan que está muy mal ya que eso de que se haga moda el feminismo es hacerlo liviano y desnaturalizar la resistencia política y social de la defensa de los DDHH de las mujeres. Por lo contrario. Yo opino que no solo es bueno, sino que es estratégico. Que el feminismo se haga una moda es poderoso y el reto está en no dejar que sea una moda pasajera.
La moda es un acto político. Ha sido así desde siempre. Cada moda manda un mensaje y planta una postura social que educa y, obvio, respalda o rechaza lo establecido desde tradiciones, costumbres, hábitos, pasando por normas, hasta llegar a políticas establecidas.
Por ejemplo, la moda en la ropa es un lenguaje no verbal que refuerza o rechaza lo estipulado en el deber ser de la ropa: con la ropa aprobamos o rechazamos el sexismo, ya que desde la moda planteamos lo que es aceptable o inaceptable en el vestir de hombres y mujeres.
La moda en las canciones establece un lenguaje verbal diverso, que nos permite abrir posibilidades de discusión en diferentes temas tan cotidianos como humanos: el amor, la sexualidad, la familia, la realidad social y hasta la espiritualidad. Es tan poderoso el poder de la moda de las canciones, que tanto liderazgos políticos como religiosos acuden a la música para difundir sus mensajes y conectar con las personas, al punto que les sigan y les respalden en sus postulados y propósitos. Es tan poderosa la moda en las canciones, que es la herramienta por excelencia de la publicidad para persuadir los consumos de productos y servicios.
Desde siempre la humanidad desde la moda de las melodías ha generado bailes que se imponen en la vida social, bailes que termina aprobando o desaprobando el lenguaje corporal.
Yo soy gestora de un feminismo urbano, un feminismo callejero, popular, de barrio, orgánico, que nutro del feminismo intelectual, teórico y académico para poderlo conectar con el mundo que me rodea, para poder llevar la realidad de las mujeres que no tienen posibilidad de ser oídas en espacios de poder a todos los medios posibles. Soy y he sido una callejera y me enorgullece, aunque ya no salga mucho a la calle por falta de tiempo.
Mi feminismo callejero, tan callejero como la vendedora ambulante, la prostituta y todas las demás versiones de mujeres callejeras, era una feminismo desamparado de la academia y de las elites sociales feministas.
Yo necesitaba crear puentes entre la academia, la calle y la distinguida sociedad para hacer visible la realidad de muchas mujeres en la sombras, y una de esas herramientas fue el feminismo POP, el feminismo de las diseñadoras de moda con consignas feministas, el feminismo de las cantantes, actrices y divas. El feminismo que las celebridades impulsan, por ejemplo.
Yo, la más orgánica de todas las feministas, recibí el primer apoyo real del feminismo farandulero. Ellas me dieron la oportunidad de ser escuchada en espacios serios de alta resonancia. Una Diva Colombiana fue la primera en recomendarme para que hiciera radio, y fue una experiencia maravillosa.
La ropa puede cambiar de moda todo el tiempo el pantalón y el vestido se reinventa, la música lo hace y nunca dejan de ser indispensables en la sociedad. Eso es lo que debe pasar con el feminismo: ser una moda insuperable e indispensable para la sociedad, que siempre se reinventa así misma, hasta que sea algo cultural. Hasta que sea parte de la idiosincrasia de las sociedades.
Es el momento del feminismo de siempre. No obstante, un feminismo que se renueva a sí mismo, se confronta y cuestiona, se fortalece
Mar Candela – ideólogo Feminismo Artesanal / @femi_artesanal