Hace unos años escribí sobre el deprimido de la 94, pero molesto, como cualquier ciudadano, al ver que se iba el tiempo y la plata en una obra que debía haber estado lista tiempo atrás. Hoy vuelvo a hablar del asunto con ilusión y esperanza. Y no es que sea algo bueno, al revés, tiene más bien una connotación de negatividad y escepticismo.
Ocurre que han anunciado para el 22 del corriente su tan esperada apertura, justo la fecha en que sale esta columna, así que heme aquí, un día antes, escribiéndola a ciegas, dando por sentado que esta vez van a cumplir, esperando que todo salga según lo planeado. Y es que falta un día, dirán, nada puede salir mal, eso lo entregan fijo. Y sí, pero no olvidemos que esto es Colombia, donde todo puede pasar. Hoy vuelve a ser noticia el asesinato de un joven de 22 años que fue apuñalado en el puente peatonal de la Autopista Norte con calle 183. Hubo testigos, hubo denuncias y hoy, dos años después, no se sabe nada y pinta para quedar impune.
El punto es que, salvo un contratiempo, desde este miércoles Bogotá contará con su deprimido, una monumental obra que tardó diez años en ser entregada, debía costar 45.000 millones de pesos, terminó en 166.000 millones y que además tuvo cuatro suspensiones, tres prórrogas.
Lo que se viene: fuentes oficiales afirman que 150.000 personas que por allí pasan diariamente se verán beneficiadas gracias a que tendrá una capacidad de recibir 6000 autos en hora pico. Tendrá 3,7 kilómetros de vías en la superficie y 2,5 kilómetros de subterráneas, todo organizado en 18 giros para distribuir el tráfico, lo que supone otro problema: no sabemos cómo se usa una escalera eléctrica ni hemos podido entender que en TransMilenio hay que dejar salir a la gente para luego entrar, ahora vamos a conocer el protocolo de un deprimido de estos.
Entonces este miércoles, mañana para mí, hoy para usted, veremos a Peñalosa entregando la tan esperada estructura que, lejos de dar para una celebración, vendrá también con una pedida de disculpas pública. Así lo ha anunciado el alcalde, que también ha dicho que se vienen más obras de infraestructura para Bogotá y que para tal efecto se han contratado en estudios y diseño unos 300.000 millones de pesos. Es decir, el precio de casi dos deprimidos, corrupción incluida.
Hace poco leí que con lo que costó el deprimido de la 94 se hubieran podido construir tres metrocables, y eso me hizo pensar en el metro que tanto nos han prometido. No en cuánto costaría, sino en el tiempo que tomaría terminarlo. Si nos demoramos una década en hacer un hueco en la tierra y pavimentarlo, ¿cuánto nos tomará hacer líneas de trenes? Una pista: a este paso, nadie mayor de 50 años alcanzará a ver esa vaina.