Una gran mayoría de personas pasan su vida en la misma situación, entregadas a la resignación. Y aunque algunas logran darse cuenta de que pueden cambiar su destino, o mejor construirlo a su voluntad y antojo (claro, no con poco esfuerzo, pero se puede), muchas veces poderse dar cuenta de esto les toma demasiado tiempo.
La razón de esto es porque hemos insistido en ver la vida como una competencia en donde solo la victoria es válida, como una apuesta en la que se pierde o se gana, y ante un panorama así, bueno, cualquier persona va a dudar y pocos van a querer arriesgarse ya que en vez de pensar en todo lo que se puede ganar, claramente estarán concentrados en todo aquello que pueden llegar a perder.
Pero cuando se mira la vida con calma, en perspectiva, haciendo un análisis tranquilo de lo vivido y lo aprendido en el pasado (y esto lo puede hacer cualquier persona a cualquier edad), resulta claro que no todo lo que parecía malo lo fue, que todo guarda una lección para quien quiere aprender y un mensaje para quien quiere ver y entender. Que todo se puede, aunque no todo conviene, y que aunque en un momento clave, de presión o en una coyuntura complicada, no sea fácil pensar y/o sentir con calma, todo siempre pasa para bien.
En la vida pierde aquel que duda de sus capacidades, porque se está convenciendo a sí mismo de que vale menos de lo que realmente es; pierde quien no admite sus errores, ya que tratando de culpar siempre a los otros solo logra alejarlos de su vida y además pierde la posibilidad de automejorarse mejorando aquello que se pueda corregir; pierde quien deja pasar las oportunidades, las pierde para sí mismo, porque de seguro otros las aprovecharán; pierde quien deja de disfrutar, porque en la vida solo tenemos una oportunidad, y es nuestra responsabilidad decidir si nos vamos a amargar o vamos a atrevernos a construir nuestra felicidad.
Podemos decidir, siempre, ante toda circunstancia y en cualquier caso. Podemos decidir rendirnos a la mediocridad o dar un esfuerzo extra ante lo que estamos haciendo y poco a poco acostumbrarnos a marcar la diferencia; podemos resignarnos a ver la vida pasar y morir lentamente o decidir explorar y explotar nuestros talentos para dejar una huella; podemos entregarnos al sufrimiento de aquello que nos ha causado dolor, o aceptar el dolor como parte natural de nuestra vida y seguir adelante, como quien solo sabe avanzar.
Podemos hacerlo todo y un poco más si decidimos que no vamos a perder, y cuando tenemos claro eso, no hay manera en la que no podamos ganar.
*Las opiniones expresadas por el columnista no representan necesariamente las de PUBLIMETRO Colombia S.A.S.