No sé si ha sido lo suficientemente valorado en esta última etapa de su vida. Es más, creo que en anteriores tiempos se les daba un plus especial a sus hazañas futbolísticas.
Por eso hay que encumbrar a la categoría de héroe a Carlos Bacca. Porque hoy él, gracias a su talento, ha hecho famosa su celebración de hincarse y levantar las manos al cielo en lo que ha sido la peor versión de uno de los clubes más grandes de Europa: AC Milán.
Es asunto simple: el TV sintoniza el juego y hay que ver al pobre Bacca rebuscándose solo cada opción de gol que tiene a su favor: en ocasiones hay futbolistas que entienden su lectura de las jugadas –Bonaventura debe ser el que más conjunción tiene con el de Puerto Colombia–, pero hacer toda esa cantidad de anotaciones defendiendo los intereses de este Milán es casi comparable con las hazañas de Rodallega marcando 23 tantos en el Wigan, convirtiéndose así en el máximo goleador de ese club en su corta historia en primera.
Porque este no es el Milán que deslumbraba al mundo con Gullit, Van Basten, Rijkaard y Donadoni. Mucho menos aquel de Fabio Capello que terminó invicto una liga. Este es otra historia: sin plata, esperando ofertas de jeques y de magnates, Silvio Berlusconi ya no cuenta con tanto flujo de caja como para hacer del Milán lo que recientemente fue. Entonces hay que ver esta versión ‘Diet Milán’ insufrible, con el japonés Honda necesitando una transfusión de sangre, a Balotelli jugando dos minutos oficiales –porque en su carrera siempre ha escogido eso, jugar dos minutos en vez de los 90 de regla– o a Romagnoli y Alex –de vez en cuando Zapata se une a ese grupo– fallando clamorosamente en defensa y haciendo sonrojar a sus antepasados Maldini y Baresi en esa posición del campo.
Y ahí anda recluido Bacca, siendo ídolo del aficionado rojinegro, el mismo que después de dar vueltas olímpicas interminables hoy se da cuenta de que su club es incapaz de entrar a la Europa League a pesar de los esfuerzos de ese futbolista que se mata en el campo y que porta el número 70 en la espalda. Con el tanto –un gol muy raro e inservible por las condiciones del partido– que obtuvo frente a la Roma, Bacca llegó a 100 tantos en su recorrido europeo. Siempre ha tenido que ganarse su puesto: en Brujas primero, después en el Sevilla –lo rotaban con Gameiro– y en el Milán –Mijhailovic a veces lo rotaba con el flojísimo Luiz Adriano–.
Dicen que hay una oferta desde la China para llevarse a Bacca a jugar allá. Dios quiera que eso no sea cierto. Siempre será mejor quedarse en este Milán venido a menos y con el linaje perdido a estar con el bolsillo lleno a costa de echar machete en la manigua de un fútbol naciente y sin mucha visión. Siempre será más lindo gritar en la Serie A que en la Serie Mao.