Hoy, entre 11:00 a.m. y 2:00 p.m., Bogotá se suma a la celebración mundial del día sin cárnicos, liderada en Colombia por la organización AnimaNaturalis. Sus propósitos: exigir al Congreso medidas en pro de aquellos animales explotados para comestibles e impulsar la urgente disminución en la ingesta humana de carnes, mediante institucionalizar un lunes semanal consagrado a ello.
No pretendo emplear esta tribuna cual vitrina de proselitismos personales. Tampoco convertir a los adeptos al bofe y a la pelanga a la fraternidad del brócoli y de la berenjena, en aras de otras criaturas. Mis convicciones quedaron expuestas en las ‘Confesiones de un vegetariano’, semanas atrás.
Empero, desde un enfoque pragmático, resulta fundamental divulgar la poco sonada responsabilidad de la ganadería en cuestiones de achicharramiento global. Que me perdonen Fedegán, El Corral, Andrés D.C., el Piqueteadero de Doña Nieves y todos los demás comerciantes gastrónomos afectados, pero la producción de carnes genera 18% más de CO2 que el sector automotor. La estadística continúa: el 65% del óxido nitroso procedente de actividades ganaderas contribuye 296 veces más al calentamiento planetario que millones de exostos oxidados del Sitp provisional surcando el orbe terrestre al unísono en hora pico.
¿Seguimos? El 37% del metano originado por humanos es abonable a explotadores de ganado vacuno, así como también el 64% del amoniaco, gran aportante a la lluvia ácida. Los ganaderos han convertido el 30% de la superficie terrestre cultivable en pastizales para semovientes, cuya superpoblación amenaza el hábitat de otras especies. De ahí que un equivalente al 70% de los bosques amazónicos desaparecidos ahora sean alfombras de pasto. La contaminación acuática provocada por ganado es diez veces superior a la generada por gente y triplica en impacto la ocasionada por el acero, el carbón, el aceite y demás instalaciones fabriles combinadas.
Un automóvil contemporáneo exhala tres kilos de dióxido de carbono en uso diario promedio. Una hamburguesa, 36. Para devorar los 225 gramos de carne que engulle un habitante de país desarrollado diariamente en promedio, se requieren 25.000 litros de agua. Es decir… si nos consagráramos a la bañera durante cinco minutos reglamentarios por 365 días, estaríamos embuchándonos los mismos hectolitros necesarios para un bistec de 200 gramos tipo ‘corrientazo’. Muchísimo, comparado con los 550 que demanda una inocentona canasta de ‘pancacho’, como dirían los caleños. El 50% de las reservas hídricas agotadas por manos humanas termina así. Eso, en un mundo que clama por hidratación, constituye un despropósito.
Algo tediosa una columna atiborrada de estadísticas. No obstante, el presente caso lo justifica. Si los argumentos lucen débiles o infundados… ahí está la red para confrontarlos. Por cierto… invito a los adeptos a YouTube a contemplar a James Paul McCartney interpretando su himno al ‘Meat Free Monday’, en el que aparece el caleñísimo gato de Hernando Tejada. Un día sin carne a cambio de bienestar es sensato. ¡Pensémoslo!
Así, a las horas indicadas, AnimaNaturalis espera congregar mil activistas vestidos de negro, a quienes les proporcionarán máscaras híbridas… todos agolpados en la Plaza de Bolívar. Una actividad apacible e histriónica y a la vez un llamado a la compasión, tan esencial si se trata de dignificar el lugar protagónico de la humanidad en este entramado de infamias. Noble fin en un entorno donde pocos defienden causas no antropocentristas. ¿Vamos?
*Las opiniones expresadas por el columnista no representan necesariamente las de PUBLIMETRO Colombia S.A.S.