El 26 de septiembre de 2016 el entonces presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, y el último comandante de las Farc, Rodrigo Londoño, firmaron en Cartagena un acuerdo de paz para dar fin a medio siglo de conflicto armado pero hoy, cinco años después, la incertidumbre marca el camino de su implementación.
Aquel acuerdo sufrió su primer revés apenas seis días después cuando fue rechazado por estrecho margen en un plebiscito, lo que obligó a reabrir las negociaciones para un nuevo documento final que se firmó el 24 de noviembre de 2016 en Bogotá y es el que hoy se está implementando, una tarea de 15 años.
Según el último informe del Instituto Kroc de la Universidad de Notre Dame (Estados Unidos), especializado en estudios de paz y miembro del componente internacional de verificación del acuerdo colombiano, la implementación muestra una «dinámica de pocos cambios, pero orientada a alcanzar metas de largo y mediano plazo».
Ese documento, presentado en mayo, apuntó que atrás quedaron los cambios acelerados en el proceso registrados en los primeros dos años después de la firma, en los que se consolidó la mayoría de compromisos de corto plazo, fundamentales para sentar las bases de la implementación.
Las deudas del acuerdo de paz cinco años después de la firma
El mayor lastre de la implementación del acuerdo de paz ha sido la violencia contra los exguerrilleros, pues desde entonces han sido asesinados 286 según el partido Comunes, surgido de la desmovilización de las Farc.
Sin embargo, los exguerrilleros también han sido cuestionados por su falta de compromiso con la reparación de las víctimas, pues justamente esta semana hubo una polémica porque una senadora de Comunes, Sandra Ramírez, reabrió heridas en el país al decir que quienes estuvieron secuestrados tenían «comodidades a medida de las condiciones» en que estaban.
Las víctimas rechazaron estas declaraciones que, dijeron, las están revictimizando y denotan que la antigua guerrilla, por momentos, pareciera no tener un compromiso serio con la reparación y la reconciliación.
Para Vargas, los exguerrilleros están comprometidos «con lo relativo a su desarme y desmovilización y en eso hay que decir que hay un cumplimiento casi del 100 %», pese a la existencia de disidencias de las Farc que retomaron las armas o nunca las abandonaron.
En ese contexto, hoy el acuerdo de paz continúa su implementación que, con todos los matices que han marcado estos últimos cinco años, cambió radicalmente el presente y el futuro de Colombia, que anhela cerrar las heridas del pasado pero se rehúsa a dejar atrás la violencia.