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Cansados de las pantallas: por qué la virtualidad nos tiene exhaustos

Luego de casi un año en el que casi todo ha sido por plataformas sociales, la fatiga comienza a ser real y así buscamos desconectarnos.

“No me concentro”, “Ya hay demasiados eventos y todo es lo mismo”, “Nada supera la experiencia real”. Estas parecen ser las impresiones de varias personas que ya ven en las pantallas una experiencia casi que obligatoria, falta de motivación y por supuesto, un cansancio atroz. Cansados de las pantallas: por qué la virtualidad nos tiene exhaustos

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De hecho, al llevar casi un año al frente de ellas para cada experiencia (incluso desayunar se puede hacer a través de un evento de Zoom), la apatía parece ser un sentimiento general: desde marzo y abril ya se hablaba de la “Fátiga de Zoom” en Psychology Today, que mostraba ese burnout, estrés y fatiga por la virtualidad, sobre todo al analizar una plataforma con 300 millones de participantes diarios.

En agosto de este año, por otro lado, la ensayista Emily Gould hablaba en The Atlantic de cómo la educación online era prácticamente una “broma”, al hablar de la experiencia de su hijo Raffi y con las que varios padres se han sentido identificados: problemas técnicos, contenidos pobres, distracciones, problemas de horario y de acompañamiento y sobre todo, algo que se perdió en la virtualidad: la motivación para participar, siendo esta reemplazada por un silencio detrás de la pantalla. 

Cansados de las pantallas: por qué la virtualidad nos tiene exhaustos

“En este año vemos varios artículos que revelan que dan mucho más cansancio las reuniones virtuales que las reuniones físicas. Y entre eso hay varios factores, de los cuales no nos damos cuenta. Cuando hablamos con alguien, ese lenguaje que expresamos a través de nuestro movimiento, postura, olor del cuarto, temperatura, etc, es importante. Cuando estamos en pantallas, todo eso lo eliminas. Y hay un pequeño escape de atención: no te veo en tiempo real, te veo en delay, y eso produce agotamiento. Y eso lo puedes ver al comprobar que no es lo mismo la educación en línea que la educación en salón. Allí tu ves al maestro, se dan todos esos factores y se da un mejor aprendizaje”, le explica a Metro el coolhunter y creador de la agencia de tendencias Trendo.mx, Gustavo Prado. 

Por otro lado, el bombardeo de mensajes, eventos, experiencias digitales es constante. Se hacen muchos más eventos, aprovechando la ventaja de la virtualidad y lo que implica conectarse con tan sólo un Link, lo que deja la imposibilidad de asistir a todos ellos.

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Esto también incluye el trabajo en casa, donde a veces ya se desconocen los horarios de descanso del trabajador, que debe estar pendiente de la pantalla y al mismo tiempo lidiar con asuntos cotidianos. Ya desde antes de la pandemia se hablaba del «Derecho a la desconexión» y de hecho ya llegaba a estamentos de la ley en países europeos. Y así, aumenta la fatiga y por ende, el estrés. 

“Probablemente la mejor metáfora de todo esto es que no es lo mismo ver pornografía que tener sexo: no habrá nunca sustitución de la experiencia en vivo por más que nos digan que todo va a poder ser posible detrás de las pantallas. Y en eso vemos también que cuando vamos al gimnasio y sudamos al frente de otras personas, y nos esforzamos al verlas, no se puede comparar al hacer ejercicio delante de las pantallas. No hay, así, una experiencia que pueda ser sustituida. Probablemente el cine lo sea, pero lo que a la gente se le olvida es que llevamos un año en Zoom, pero vivimos miles de años de experiencias reales con gente real. Así que no hay manera de que en doce meses digamos que nos volvimos digitales. También ves que los niños quieren juguetes sensoriales. Y es porque a ellos les urge el contacto físico. Y todo va para allá», agrega Prado. 

Buscando la desconexión 

Ahora bien, ya antes de la pandemia, en otros contextos existían estilos de vida que claramente tendían a la introspección. Desde las comidas comunales, espacios de trabajo y retiro, hasta el minimalismo del hygge, entre otras opciones de reconexión, la vida frente a la pantalla era inconcebible para muchas personas. «Todavía existen grupos pequeños, pero significativos que han dejado de vivir en grandes núcleos urbanos y se han refugiado en lugares que tienen más contacto con la naturaleza. Hay personas que han recurrido a los deportes y otras actividades que les ofrecen una mayor conexión con ellos mismos. Otros han estado buscando nuevas actividades que antes creían imposibles de realizar. En general, este deseo de desconectar proviene de un cuestionamiento muy genuino de que es posible probar cosas nuevas y más saludables (para el cuerpo, la mente y el alma) para tu rutina. Incluso quienes permanecen muy conectados en el entorno digital han encontrado recursos para desconectarse.

Varias aplicaciones y otras herramientas del dispositivo indican un momento para detenerse, apagar el dispositivo y concentrarse en otra cosa. De todos modos, es interesante observar los nuevos comportamientos que van en contra de algo muy contemporáneo que es la hiperconexión de las personas y cómo se remonta a una vida más consciente, con más posibilidades y con un tiempo mejor gestionado», explica Stefano Arpassy, experto en futuro para la agencia de tendencias WGSN. Metro conversó con él para saber más sobre esta creciente necesidad de desconexión. 

3 preguntas a…

Stefano Arpassy, experto en futuro para WGSN

P: ¿Por qué la gente está harta de los eventos virtuales y las pantallas? 

–Antes de la pandemia, ya habíamos indicado el deseo de la gente de reanudar más contactos humanos. La digitalización de nuestras vidas nos ha hecho alejarnos de los intercambios en vivo, cara a cara. Pensando en los segmentos de mercado, el retail fue uno de los que más caminó hacia el restablecimiento de relaciones más humanizadas, incluso en un entorno digital. Con la pandemia y la necesidad de aislamiento social, vimos que las personas recurrían nuevamente a las pantallas como un recurso de socialización, ya sea para fines personales o comerciales y profesionales.

Por mucho que este recurso apareció como algo importante durante la pandemia, lo cierto es que las personas sienten cada vez más la necesidad de retomar lo que es esencialmente ser humano: reunirse físicamente, hablar en persona y establecer relaciones más basadas en este carácter humano. Es en este sentido que observamos el cansancio de las personas con los recursos digitales, sobre todo cuando hablamos de eventos.

P: ¿Por qué lo digital no ofrece otras experiencias a pesar de ser una herramienta innovadora? 

–Existe la expectativa de que lo digital reemplace las experiencias en el mundo físico y la tecnología ha podido ofrecer recursos que mejoran la experiencia dentro de este entorno digital. Sin embargo, nuevamente, sabemos que hay algo esencial del ser humano que es exclusivo del encuentro físico.

Creemos que estas fuerzas tenderán a equilibrarse. Los aspectos que ofrecen conveniencia y practicidad serán los diferenciales de las relaciones digitales, mientras que los aspectos que ofrecen mayor intercambio y más calidez humana serán los diferenciales de relaciones que no ocurren en el mundo digital. Al final, hay algo muy singular en las relaciones no digitales que es muy probable que el entorno digital no pueda reproducir, por muy avanzada que sea la tecnología.

P: ¿Por qué ya estamos tan cansados del FOMO (acrónimo de la expresión inglesa fear of missing out, el miedo a perderse algo –Ed.)? 

–Durante los últimos años nos hemos acostumbrado a la velocidad de la información, siempre a nuestra disposición y con la posibilidad de resolver cualquier cosa en muy poco tiempo. Esto creó un éxtasis de estar dentro de todo todo el tiempo. Por otro lado, también trajo más ansiedad y desajuste a la sociedad contemporánea. Las personas empiezan a entender que vivir a un ritmo muy rápido puede tener efectos secundarios muy graves para la salud mental y empiezan a reconsiderar cómo gestionan el tiempo del que disponen y, de esta forma, acaban recordando que es posible llevar una vida más equilibrada. Como alguna vez vivieron.

De ahí surgió el JOMO (alegría de perderse) que se opone al FOMO, demostrando que también hay satisfacción en no estar al día todo el tiempo de todo lo que está sucediendo. Esto no significa que las herramientas que hicieron posible este ritmo más rápido perderán su relevancia. Creemos firmemente que llegaron para quedarse e incluso aquellos que buscan una vida más equilibrada no renunciarán a la comodidad que nos ha garantizado la tecnología.

Lo que creemos, nuevamente, es que debe haber un equilibrio en estas fuerzas, con personas que maduren la relación con estas herramientas y comiencen a controlar mejor cómo organizan su tiempo.

 

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