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Así fue el momento en que Iván Duque supo que sería el nuevo presidente

Tiene apenas 41 años e Iván Duque ya ha conseguido el gran hito de su carrera, renovar al uribismo, darle un nuevo y joven rostro para llevarlo una vez más al poder tras ganar las elecciones presidenciales de hoy en Colombia.

A mitad de camino entre vallenatero y rockero, su pasión por la música le permite alternar temas de Queen, Van Halen, Kiss y Guns N’ Roses y no teme arrancarse a cantar iconos del tango como «Mano a Mano» de Julio Sosa.

La música le ha acompañado desde su nacimiento en Bogotá, el 1 de agosto de 1976, en el seno de una familia acomodada de origen antioqueño y con fuerte raigambre política liberal.

Su carrera ha sido un esprint en pleno puerto de montaña, un hombre desconocido hasta hace poco que parece haber recurrido a uno de sus queridos trucos de magia para convertirse en una estrella fulgurante del Centro Democrático en el Senado y en apenas cuatro años llegar a la Presidencia.

En la Cámara Alta se le vio frecuentemente a la sombra de Álvaro Uribe, expresidente y mentor, una figura a cuyo lado creció la de Duque con discursos en los que atacó muchas de las medidas al Gobierno de Juan Manuel Santos y a la clase política tradicional.

Tampoco le tembló el pulso a la hora de criticar a las guerrillas, exigir mano dura con ellos y reiterar sus llamados en favor de la inversión nacional y extranjera, la innovación y el emprendimiento.
Duque se convierte ahora en el segundo jefe de Estado más joven de Colombia después de Alberto Lleras Camargo, quien asumió la Presidencia por primera vez a los 39 años por un corto periodo (1945-1946).

Desde esa posición de privilegio deberá demostrar que se equivocan los críticos que le achacan falta de experiencia en política.

Él deberá demostrar que su apelación a la juventud y trayectoria profesional le acerca a figuras como el primer ministro canadiense, Justin Trudeau; el presidente francés, Emmanuel Macron, o la primera ministra de Nueva Zelanda, Jacinda Ardern.

Más difícil tendrá sacar tiempo para ir a ver los partidos de su América de Cali del alma y tal vez comience a moderarse a la hora de cantar vallenatos junto a grandes intérpretes de esa música tradicional colombiana como Silvestre Dangond, Poncho Zuleta o Jorge Celedón.

Y es que el desparpajo ha estado vinculado a este hombre, que comenzó su andadura académica en el prestigioso colegio Rochester de Bogotá, estudió derecho en la Universidad Sergio Arboleda de Bogotá, hizo un máster en Derecho Económico de la American University y otro más en Gerencia de Política Pública en la Universidad de Georgetown (EE.UU).

Pese a que ha prometido no gobernar con espejo retrovisor, no cabe duda de que en su labor de gobierno estará de forma constante el recuerdo de su padre, Iván Duque Escobar, que fue gobernador del departamento de Antioquia (noroeste), ministro de Minas y Energía en la presidencia de Belisario Betancur (1982-1986) y registrador nacional.

En su memoria parece evidente que resonarán también las palabras del caudillo liberal Jorge Eliécer Gaitán, asesinado en 1948 y que memorizó cuando era niño.

Fue gracias a su abuela materna, Stella Tono, que le regaló varios acetatos con los discursos grabados de Gaitán, el gran mito del liberalismo colombiano.

Es probable que en la labor de Duque esté presente el recuerdo de su labor como consultor en el CAF-Banco de Desarrollo de América Latina y consejero del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) que realizó en Washington durante cerca de una década.

Mientras vivía allí, también conoció a su esposa, María Juliana Ruiz, una abogada que trabajó diez años en la Organización de Estados Americanos (OEA) y con quien se casó en 2003.

A su lado y al de sus tres hijos, Luciana, Matías y Eloísa, con quienes ha acudido a varios mítines, deberá tomar la decisión de seguir viviendo en su hogar o hacerlo en la Casa de Nariño, sede del Ejecutivo y residencia presidencial.

Si pesa más el deseo de su familia de mantener una vida normal dentro de unos estándares peculiares o seguir la tradición será algo que decida en los próximos meses hasta asumir el cargo el 7 de agosto como sucesor del presidente Juan Manuel Santos.

Entre tanto, intentará asumir una vida nueva, en la que navegará en las aguas bravas de la institucionalidad colombiana, radicalmente opuesta a la calma washingtoniana que conoció.

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