Las impactantes declaraciones de Donald Trump sobre lo ocurrido el fin de semana pasado en Charlottesville (Virginia), donde tuvieron lugar episodios violentos de tinte racista en los que murió una joven, han provocado una ola de críticas contra Trump tanto fuera como dentro del país, al igual que dentro de su propio partido.
Si su relación con los congresistas ya era delicada dada su manera poco convencional de hacer las cosas, las afirmaciones en las que repartía la culpa de lo ocurrido a «los dos bandos» y no condenaba directamente el suprematismo blanco le han valido el rechazo de numerosos compañeros de partido.
«¿Qué pasa con la alt-left (izquierda alternativa) que atacó a lo que usted llama alt-right (derecha alternativa, supremacistas)? ¿Tienen alguna culpa?», dijo el presidente durante una rueda de prensa en Nueva York.
«Hubo un grupo de un lado que fue malo y hubo un grupo del otro lado que también fue muy violento», agregó Trump, dando marcha atrás a su condena del lunes al Ku Klux Klan, a los neonazis y a los suprematistas, declaración que se sintió forzada por la tibieza de su primera reacción al suceso.
Aunque el Legislativo se encuentra en receso estival, senadores y congresistas han condenado la falta de determinación e incapacidad del multimillonario para mandar un mensaje claro contra el neonazismo.
El influyente senador republicano Bob Corker, presidente del Comité de Relaciones Exteriores de la Cámara Alta, protagonizó este jueves una de las críticas más feroces contra Trump a raíz de lo sucedido, una de las muestras más inequívocas de la tensión que hay entre los legisladores conservadores y el mandatario.
«El presidente aún no ha podido mostrar la estabilidad, ni parte de la competencia que necesita demostrar para tener éxito. Y nuestra nación y nuestro mundo necesitan que tenga éxito, sea republicano o demócrata», dijo el senador este jueves, tras un acto en el estado que representa, Tennessee.
«También recientemente no ha demostrado entender el carácter de esta nación, lo que la ha hecho grande y lo que es hoy. Tiene que demostrar las características de un presidente que entiende eso. Si esto no sucede, nuestra nación atravesará un gran peligro», insistió.
Corker afirmó además que la Casa Blanca necesita «cambios radicales», una afirmación que ocurrió menos de 24 horas antes de que el polémico estratega jefe del mandatario, Steve Bannon, conocido por su simpatía por la extrema derecha, abandonara el ejecutivo.
A la voz de Corker también se sumaron las condenas de otros senadores republicanos como Jeff Flake, de Arizona, o Lindsey Graham, de Carolina del Sur, contra los que el propio magnate arremetió sin miramientos en Twitter.
Graham dijo este miércoles que la reacción de Trump a la violencia racista estaba dividiendo al país, al asegurar que hizo una «equivalencia moral» entre los racistas blancos y Heather Heyer, la mujer de 32 años que murió después de ser atropellada por un automóvil presuntamente conducido por un neonazi.
«Yo, junto con muchos otros, no respaldamos esta equivalencia moral», dijo Graham. «Muchos republicanos lucharán contra la idea de que el Partido de Lincoln tiene una alfombra de bienvenida para los David Duke del mundo», aseguró el senador en alusión al exlíder del Ku Klux Klan.
«No podemos aceptar excusas sobre la supremacía blanca y los actos de terrorismo interno. Debemos condenar. Punto», afirmó Flake al respecto.
No obstante, otros miembros del partido ha preferido condenar las expresiones racistas pero no entrar en más debates con el multimillonario, como es el caso del líder de la mayoría del Senado, Mitch McConnell, quien ya protagonizó un duro encontronazo con Trump hace unas semanas por la falta de logros de los republicanos en el Legislativo.
Además de las fuertes y cada vez más crecientes críticas entre los conservadores, un grupo de congresistas demócratas presentó este viernes una resolución de censura, una medida que, de ser aprobada por el Congreso, condenaría de forma oficial las palabras del magnate sobre lo acontecido en Virginia.
Los demócratas están buscando apoyos entre sus colegas republicanos para aprobar el texto, algo que no implica la expulsión de un individuo de su cargo público, pero sí supondría una reprimenda formal por parte de los legisladores.