De tanto acostumbrarnos a los malos modales, al ladrón que no pierde la oportunidad para llevarse lo ajeno, al que se pasa en la fila, terminamos por creer que todo en nuestro entorno es peligroso o negativo. Que en cualquier momento algo malo nos pasa y somos víctimas de alguno de estos seres sin principios quienes tienen por premisa aquella frase popular «el vivo vive del bobo».
Aunque deberíamos vivir en un mundo en el que lo malo nos sorprenda, son más las veces en las que, al ver un hecho positivo, nos sentimos felices y asombrados.
Me pasó el fin de semana cuando salí a comprar una cinta para empacar cajas y, por un descuido, la dejé en el techo del carro y arranqué. A las pocas cuadras recordé que no la había asegurado y volví al lugar de los hechos.
Claro, pensé, ¿qué va a estar la cinta en este sitio, si siempre la gente se lleva lo que no es suyo?. Preciso, busqué por todas partes y al no encontrarla tuve que comprar una nueva. Llegué a casa muy molesta y aburrida, pero sabía que no podía ser diferente, por lo menos no en Colombia.
Al llegar a la puerta mis ojos no creían lo que estaban viendo: era la cinta, aunque pisada por algún carro, estaba intacta y aún no sé cómo llegó hasta ahí. Es probable que algún vecino estuviera cerca cuando la perdí y pudo reconocerme, lo cierto es que tuvo la delicadeza de recogerla y llevarla a casa. Como no había nadie decidió dejarla en la entrada.
Sí, debo tragarme mis palabras, no todo el mundo roba lo que ve tirado, no todo el mundo es deshonesto. Aún existen los buenos seres y humanos y yo tengo la esperanza de que somos más.
Gracias a quien me devolvió la cinta, ¡fue un gesto maravilloso!
¿Tú te hubieras quedado con ella?
¡Feliz fin de semana!
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