Existe un ejemplo de cómo la naturaleza puede corregir los errores que el ser humano ha tenido con ella, e incluso, convertirlos «una obra de arte», sorprendente para el ojo humano. Se trata de Glass Beach («Playa de Cristal»), ubicada en Fort Bragg, California, Estados Unidos, que era un basurero el siglo pasado y ahora es un atractivo sitio turístico.
Entre 1906 y 1967, este sitio ubicado 276 kilómetros (172 millas) al norte de San Francisco, también en California, era uno de los principales vertederos de basura del estado. Las personas tiraban desde automóviles y baterías, hasta botellas, latas y electrodomésticos en los acantilados, de acuerdo a la página oficial de la ciudad de Fort Bragg.
«La madre naturaleza respondió a este abuso humano con una agradable sorpresa: cristales lisos con los colores del arcoíris provenientes del mar», se lee en el sitio oficial.
En 1967, la Junta Estatal en el Control de Recursos Hidráulicos en California cerró el lugar, con el objetivo de hacer labores de limpieza, por lo que toda esta basura, acumulada en poco más de 60 años, fue quemada para reducir su tamaño.
Entonces, los objetos restantes se convirtieron poco a poco en piedras de colores, que dejaron un espectáculo único para la vista humana.
¿Cómo sucedió este fenómeno? Las fuertes olas rompían los objetos en los acantilados y solamente quedó el vidrio y la cerámica, que se erosionaron con el paso del tiempo y perdiendo el filo; lo que los convirtió en fragmentos diminutos de distintas formas y colores.
En 1998, la playa -que era privada- fue vendida al estado de California, para que pudiera ser visitada por turistas. Ahora, cualquier persona puede acudir y tomar fotografías de los curiosos y peculiares vidrios de la playa, pero no está permitida su recolección.
La cantidad de cristales ha disminuido con el paso de los años, pues las olas siguen moliendo el vidrio hasta su pulverización, por lo que hay diversos movimientos para reponerlo con vidrio desechado.