En su primera presentación en Colombia con su gira ‘Licencia para cantar?, con la canción «La Libertad» y la mística de su armónica, anunció que no sería un concierto más.
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Cualquier deuda pendiente con el público la saldó cuando ensambló una presentación que cumplió el deseo que lo reta en la actualidad: cantar mejor. Y lo pudo hacer porque el trío que lo acompañó hizo vibrantes sus interpretaciones de temas como «Bohemio», «Ansia en plaza Francia» y el bolero «Algo contigo».
Las mejores gotas de la pócima del genio salieron a la luz cuando puso freno al uso de los teléfonos celulares. Pidió intimidad. Y valió la pena. Brotó la mejor versión de Calamaro. Uno más contenido que fue regalando clásicos de su natal Argentina como «El día que me quieras», «Garúa» y «Piedra y camino» de Atahualpa Yupanqui, a quien llamó el criollo metafísico.
Se despojó de sus gafas, dio un saludo taurino al público y soltó: «los abrazo con un abrazo simbólico». Así empezó a alternase el brillo con el contrabajista Antonio Miguel, el pianista Germán Wiedemer y el percusionista Martín Bruhn, quienes hicieron sonar de maravilla joyas como «Milonga del trovador», «Copa Rota», «Los Aviones» y «Tuyo siempre».
Calamaro se supo dosificar. Pero con el «ole, ole, ole» que le cantó todo el auditorio brotó algo de ese lado salvaje que habita en él para interpretar con aire taurino «El tercio de los sueños» y dar paso al momento de más euforia de su recital con «Para no olvidar», tema que le pidió a gritos que se uniera al piano de Wiedemer para juntos sacudir las teclas y las emociones de los más de 1.600 fanáticos.
«Es un concierto memorable que llevaremos guardado bajo la alfombra del corazón», dijo el artista después de identificar el magnetismo especial que fluyó entre el bello juego de luces y su sobriedad cuando cantó «Estadio Azteca».
Además de mostrar gratitud al besar el piso del escenario y soltar de a poco algo de flamenco con sus manos y sus pies, el cantante argentino dio pistas de empezar el cierre de un concierto de calidad con el clásico «Flaca» que fue bien escoltado por «Paloma».
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Lo que vino fue la cereza del postre. En la tierra en la que murió Carlos Gardel hace 81 años y donde se agigantó su leyenda, Calamaro hizo una magistral interpretación del tango «Soledad» para saltar después a los acordes de «Mi enfermedad» y de «Media Verónica», los dos temas que eligió para finalizar una presentación histórica pues llevó al público a disfrutarlo en un nivel hasta ahora desconocido.
En «Crímenes perfectos», la última canción de un exquisito repertorio, el público se sintió con la energía para terminar con el pacto de los celulares. Ahí vino el baile, las fotos y hasta autógrafos. Llegó el rock. También las medias verónicas y algo de pasodoble.
Calamaro se prepara para sus shows en Bogotá y Bucaramanga.
«El Salmón» había advertido que este concierto sería más que la presentación del álbum «Romaphonic Sessions». Cumplió a cabalidad. En este formato íntimo logró transmitir mucho más que en sus días más roqueros y de creatividad desatada.
Enfundado en un traje elegante mostró que tiene toda la licencia para cantar porque luego de más de dos décadas de carrera su voz tiene muchos matices por explotar.
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