En estos momentos, todos los artistas han tenido que pasarse al escenario «digital» para poder seguirse presentando desde sus casas, ¿cómo le va con esa modalidad?
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Bien, pero lo que cuesta mucho en los conciertos digitales es la parte técnica. Uno siempre echa de menos a los técnicos de sonido y productores, uno cuenta con el ingeniero de sonido, etc. A la final ellos son los que nos permiten acceder a un sonido de calidad, el trabajo de ellos es muy importante para nosotros. Desde casa es chévere poder seguir conectados con la gente, pero sí hace falta tener la calidad. Para esta presentación tengo algunas canciones de Sun a shine (2017), más el primer EP y otros sencillos sueltos.
Hablando de álbumes, ¿planea sacar alguno próximamente?
Sí, en junio voy a sacar tres sencillos de un disco nuevo que voy a lanzar entre final de año o comenzando 2021. El resto de este año iré sacando los demás sencillos. Es un disco que tiene algo de caribbean folk, pero también tiene un poco de soul e inclusive un poco de rock al estilo caribeño. Es un poco más universal que los anteriores.
Al pensar en su música, algo que viene a la mente es el hecho de que siempre lo han tenido como un referente de Colombia y la música caribeña en el exterior, ¿cuál cree que es la razón por la cual su sonido ha resultado tan atractivo para la movida de lo que se conoce ahora como la ‘música global’?
Sí, la World Music, pues, Providencia es un sitio que fue influenciado por música de todo el mundo, realmente. Llega por ejemplo la música caribeña de Trinidad con el calypso, de Jamaica el mento, el reggae, el dancehall y el rocksteady; el kompa de Haití, el zouk de Martinica, eso a nivel caribeño. Y de Colombia llegó el pasillo y la música europea, como el polka, el mazurca, el chotis de Escocia, y llegó también toda la música country y blues de Estados Unidos. Llegó mucha música a Providencia y todo eso es la música que tocamos. A mí en Rock al Parque me preguntaron qué hacía una banda acústica en un festival de rock, y yo les dije ‘este es el rock de la isla antes de la llegada de la electricidad’, como el washtub bass (tináfono) que usamos en la isla, o el T-Box, que también lo usó John Lennon en una banda que tenía antes de los Beatles que se llamó The Quarry Men, y David Bowie también lo usó.
También tenemos las raíces del soul, que está muy presente en el Caribe. La soca es un género que nace de esa unión de soul y calypso, por eso se llama so-ca. Cuando uno dice que es del Caribe lo suelen encasillar un poco, piensan que uno anda en camisa de flores, todo el tiempo con una piña colada en la mano, y bueno, eso es Hawaii (risas). El Caribe son tantas cosas que realmente solo conocemos el reggae, pero hay muchas raíces más, como el funk, que es un poco como lo que yo hago. Al ser cantautor puede que me encasille en un mensaje, pero no en un género. Mi mensaje tiene tintes de diáspora, de nostalgia, de ese sentimiento negro. Pero en toda la música al final hay un enlace con alguna parte del mundo. El country lo aprendí de mi padre, pero lo que viene va más allá todavía.
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«Al ser cantautor puede que me encasille en un mensaje, pero no en un género. Mi mensaje tiene tintes de diáspora, de nostalgia, de ese sentimiento negro»
Dentro de lo que viene, ¿se mantendrá en el creole?
Sobre todo en inglés, aunque mi acento es más caribeño. Claro que me gustaría algún día hacer cosas en español. Pero son cosas que deben llegar solas, no suelo hacer las cosas por mercadeo. Cuando eres de una isla tan pequeña como Providencia, te toca moldearte al resto del país, nos toca siempre a nosotros ir al español, desde el colegio. Entonces también está bien que los colombianos vengan al inglés y encontremos un punto de encuentro mutuo. Eso da mucho valor a la Colombia muticultural. Si en el Pacífico dejan de ser ellos, y yo dejo de ser yo, estamos rompiendo con nuestro pequeño papel global de lo que es esa Colombia multicultural.
¿Cómo ve la movida cultural en San Andrés y Providencia?
La movida cultural siempre está muy bien en Providencia. Es una isla pequeña donde todos hablamos creole, a diferencia de San Andrés, donde se ha perdido un poco por la sobrepoblación y la migración. Pero todos mantenemos nuestra cultura de cierta forma. El problema es que es muy difícil vivir de muchas cosas porque, justamente, las encasillamos en ser ‘cultura’. Todo terminan siendo ‘proyectos para algo’. Pero los músicos de la isla deben tener la oportunidad de hacer parte de una industria donde puedan ganar dinero y darle valor a lo que hacen.
A veces la gente se lamenta por el fin de las tradiciones, como las comunidades africanas que se comunicaban con tambores, y en la ciudad dicen, ‘mira, es que ahora tienen celulares’, pero en la ciudad igual todos tienen, ¿sabes? (risas). A veces queremos que los sitios pequeños y alejados sigan como van, pero no nos damos cuenta de que no tienen cómo vivir a veces. Hay muchos maestros que hacen música, pero terminan regalando sus discos porque la gente no los compra. En Providencia hay muchos grupos tradicionales, pero sigue habiendo muchos carnavales donde ponen al grupo ‘tradicional’ de primero, tocan, y ya termina el trámite. Y luego sí traen «la música», traen el reguetón. Estamos viendo nuestra música como una pieza de museo.
¿Como si fuera por obligación?
Para mí es más como un trámite. Es una pieza de museo que muestra lo tradicional como lo aburrido. Se nota mucho en los gobernantes por el trato hacia los maestros, que cuando tocan no les ofrecen ni siquiera un agua. Pero llega el artista de afuera y ahí está el alcalde de primeras. Eso es un mal ejemplo.
Otro mal ejemplo es que maestros como Mr. Willy B en Providencia viva en una casa que está casi cayéndose. Entonces, un joven mira ese maestro y piensa, ‘¿quién quiere ser como él? ¡Nadie! (Risas). Ellos son los que más deberían ganar. Guitarristas hay miles, bajistas hay miles, pero, ¿cuánta gente hay que toque la gaita? ¿Cuánta gente hay que toque el tambor, o la marimba del Pacífico, o la mandolina de Providencia? Como hay tan pocos, tienen que tener mucho más valor, me parece a mí.
¿Y cómo ve a los jóvenes y a los artistas de esta música tradicional, cree que estén exigiendo y pujando para ser reconocidos y recibir el pago justo?
Los jóvenes lo hacen porque les gusta, pero a medida que pasa el tiempo un joven se hace mayor y debe buscarse la vida (risas) entonces termina dejando de lado esas prácticas.
Viendo este panorama, ¿cree que las soluciones deben venir más de parte del Estado colombiano, o de una iniciativa más local de las gobernaciones?
Yo pienso que el Gobierno puede aportar muchas cosas, por ejemplo, el sello que se le da a esta música y deje de ser cultural, de museo, de algo que murió. Y dejar la palabra «rescatar» o «salvar». Esta música está viva, es música y punto. Así como el reguetón, al que nadie llama «cultura». Nadie habla de que el pop es cultura, es música. El Gobierno puede aportar eso, lo demás depende de las personas. En Providencia hay buenas bandas, pero no tienen cómo financiarse económicamente, o cómo hacer un disco.
Hace poco hicimos un taller con un abogado sobre derechos de autor allá, para enseñarle cosas legales a los músicos. Y todos estaban como, ¡wow! O sea, mucha información no la sabían. Por ejemplo, hay un festival en Providencia, y contratan a los grupos, y ellos no saben cómo funcionan las cosas. Y sí, la gente tiene que darle valor a las cosas. Si te gusta la música del Pacífico, muéstrala, para que las culturas se encuentren. ¿Sabes para mí qué es la cultura? Es la forma de caminar, pues yo camino igual que mi abuelo. Es lo que uno lleva adentro. Ya lo que uno expresa es más un resultado de la cultura.
«¿Sabes para mí qué es la cultura? Es la forma de caminar, pues yo camino igual que mi abuelo. Es lo que uno lleva adentro. Ya lo que uno expresa es más un resultado de la cultura».
Ahora que menciona estas enseñanzas que le comparte a los músicos que están empezando, ¿cuál es el consejo que más les da a los jóvenes?
Yo he hablado con chicos de la isla, y ha pasado que, por ejemplo, quieren cobrar 20 o 30 millones por alguna cosa. Y yo les digo que al empezar uno no debe pensar en el dinero, lo primero es la pasión al empezar tu proyecto. Entender en qué momento de tu carrera estás. Al comienzo es una etapa de invertir. En mi proyecto invertí mucho yendo a mercados culturales, o haciendo conciertos gratis. ¿por qué no en vez de cobrar le pasan un proyecto a la Alcaldía para que financie un disco en Bogotá? Ya después sí pueden cobrar. Siempre les digo que sean conscientes del momento de su carrera en que están. Es eso, porque la gente suele pensar en cuánto le pueden pagar, más no en cuánto merecen.
También les aconsejo concentrarse en la música, pero a la vez pensar en concentrarse como empresa. Así, el bajista también puede hacer management, mientras otro hace redes sociales, y que aprovechen el turismo de la isla. Les aconsejo salir a la calle, a la playa a tocar. Yo hice eso mucho tiempo. En Providencia nadie lo hacía, y así empezaron a verme y a salir conciertos. Yo tuve que dar el primer paso, no sentarme en mi casa a esperar a que las cosas pasaran.