María Dueñas publicó su primera obra en 2009 (El tiempo entre costuras), y aunque era su debut, muy pronto el libro se convirtió en uno de los más leídos de la literatura española reciente. Por si fuera poco, Antena 3 y Netflix se fijaron en esta ópera prima y pronto se adaptó como serie en la plataforma. Gracias a este empujón, el interés sobre el libro se disparó y ya ha sido traducido a más de 25 idiomas.
Después vinieron Misión olvido (2012) y La templanza (2015), y este año volvió con Las hijas del capitán (2018). Esto fue lo que la escritora contó sobre esta nueva obra.
Acabó de presentar su nueva obra, Las hijas del capitán, en la Feria de libro. ¿En qué se inspiró para esta historia?
Es una novela sobre tres jóvenes mujeres españolas que se les forzaba a emigrar a Nueva York de los años 30. A medida que se van dando las circunstancias de la historia les es imposible regresar a España y deben adaptarse a la existencia y a la vida en una gran ciudad. Es una novela ágil, dinámica en la que ocurren varias cosas pero al final es una novela muy humana que refleja el drama y las incertidumbres de la inmigración.
Para esta novela usted viajó varias veces a Nueva York y realizó todo un estudio previo sobre la época. ¿Qué elementos de esa exploración hicieron que se decidiera a elegir la ‘Gran manzana’ como escenario?
Nueva York ya era una ciudad fascinante en los años 30. Tenía casi siete millones de habitantes de los cuales casi un 30% venían de otros países. Entonces todavía la epopeya de la inmigración estaba muy viva, con grupos muy definidos, donde todo el mundo quiere un puesto de trabajo. Era una Nueva York vibrante, magnética y magnífica. Pero también a la vez dura y a veces hostil, sobre todo para la gente que llegaba de fuera sin hablar el idioma con unas pautas culturales muy distintas… a veces desconcertada, a veces perdida. Me interesaba explorar esas dos vertientes; por un lado, la ciudad que no deja de crecer, la ciudad llena de almacenes, rascacielos, escaparates, trenes elevados, letreros de neón. Todo el movimiento. Pero por otro lado, en paralelo, quería mostrar la vida de las pequeñas colonias inmigrantes y la vida de los barrios, los pequeños vecinos, los negocios, los centros de beneficencia y solidaridad entre patriotas. Quería ese contraste entre la ciudad y los recodos pequeñitos en los que pasaba el día a día.
¿A qué se enfrenta una inmigrante en una ciudad que vive de lleno la Gran depresión?
Dependiendo de cada caso particular había dos opciones, básicamente. Una era trabajar fuera de casa y la otra era dedicarse a la familia. Muchas de las mujeres, españolas migrantes sobre todo, optaron quedarse en casa cuidando el hogar. Pero también muchas se llevaban el trabajo a casa. Muchas eran costureras y hacían pequeñas labores en casa, recibían algunos centavos y los hijos eran los encargados de hacer de domiciliarios. Su vida transcurría en un sitio muy doméstico, y así rara vez salían de sus barrios y mucho menos aprendían inglés. Seguían muy apegadas a las costumbres de su país, intentaban cocinar lo mismo que cocinaban en casa, No paraban de hablar de su mundo anterior, los pequeños pueblos donde habían nacido que en la lejanía parecían el paraíso. Otras consiguieron desempeñarse en otros oficios, como nodrizas, planchadoras o hacían el aseo. En mis novelas hablo más de estas mujeres, la que decidieron no quedarse en el entorno doméstico. En esta novela las tres mujeres buscan mantener a flote un negocio familiar que inicialmente era un pequeño restaurante que pertenece a su padre.
Esta es una historia de mujeres, narrada por una mujer. ¿Cuál es el valor que le da a una novela el hecho de hallar voces femeninas desde una narración femenina?
Me gusta que se considere como un valor, me gusta verlo de esa perspectiva, me parece que las mujeres tenemos un punto de vista particular que no tenemos por qué disfrazar y con ella contamos y canalizamos nuestras historias. Lo que me gustaría es que los lectores apreciaran nuestras novelas con la misma ecuanimidad con que nosotras leemos las historias contadas por hombres y donde solo hay hombres como protagonistas. Ojalá nos leyeran sin prejuicios y con una mirada tolerante y flexible. No siempre es así pero poco a poco creo que lo vamos a conseguir.
En su trabajo es muy común encontrar relatos que de alguna forma retratan determinadas épocas históricas. ¿Qué es lo que le atrae de la novela histórica?
No diría que me atrae la novela histórica per se. Lo que pasa es que hay ciertos temas que quiero explorar, en este caso la inmigración y cuando tanteo distintos escenarios me encuentro con muchas historias del pasado que pueden resultar muy atractivas para traerlas al presente. Entonces no es tanto la novela histórica lo que me interesa sino la reinterpretación del pasado y su conexión con el presente.
Hablando del presente, su nombre se hizo más conocido gracias a la adaptación que hizo Netflix sobre una de sus obras, El tiempo entre costuras. Hace poco Mario Vargas Llosa le dijo a la prensa que ojalá Netflix no acabara con la lectura, ¿qué opina de esta frase al tener una historia suya en la plataforma?
(Risas) bueno, yo también confío, ¿no? Netflix no es Netflix sino una metáfora para hablar de las producciones audiovisuales, el uso de las tabletas digitales y todos estos artefactos que nos rodean, que nos dejan menos tiempo para leer libros. Pero bueno, llevamos ya varios años pronosticando el final del libro en papel y pensando que esto va a ser la hecatombe y parece que no. Los libros se resisten a que los abandonemos. ¡De hecho lo que ocurrió con la serie y mi novela es que le consiguió más lectores al libro! Creo que tanto lectores como televidentes pudieron disfrutar doblemente una historia que los había cautivado y pienso que en algunas ocasiones ambos medios se enriquecen en vez de entorpecer la labor del otro.
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