Sobre una mesa que me parecía ajena encontré una pequeña cajita colorida. En una de sus tapas leí: “Minilibros ponte poronte”. Me causó curiosidad algo tan colorido y pequeño. Decidí explorar esa cajita. Dentro había varios cuadernillos con cuentos para niños. Uno de ellos se titulaba “Rosaura en bicicleta”. Tal vez por sus colores, pero seguramente más por mi amor al ciclismo decidí leerlo. La historia es sencilla: una mujer tiene una gallina llamada Rosaura que, para su cumpleaños, quiere una bicicleta. Conseguir una bicicleta para una gallina es una tarea complicada. Tiempo después, al pueblo llega un viajero, que tiene un poco de nómada, pero mucho de inventor. El hombre diseña una bicicleta para Rosaura y ella se convierte en la primera gallina en el mundo en hacerse ciclista.
Al terminar esta corta historia quedé fascinado. No era la primera ni la última vez en que el ciclismo sería retratado en el arte; de hecho, los ejemplos abundan. También pensé que, como Rosaura, todos soñamos de niños con tener una bicicleta, y cuando recibimos esa primera máquina duramos tarde enteras fascinados con dar pedal, como si fuera lo único que quedara en la vida.
Días después de leer este cuento comenzó la versión 104 del Giro de Italia. La Corsa Rosa se caracteriza por su épica, pero también por la forma en que —muy a la italiana— el ciclismo se encuentra con el arte. ¿Cuántos no estamos seguros de que el trofeo del Giro es uno de los premios más bellos del mundo? ¿Cuántas veces no nos hemos maravillado cuando las cámaras captan lugares históricos que son transitados por el pelotón? La épica y el arte van de la mano.
Este año, y de manera muy particular, se sumó un nuevo elemento a esa convergencia entre el arte y el deporte que resulta ser el Giro de Italia. Como parte de las políticas que buscan posicionar el “Made in Italy” para recuperar sectores de la economía italiana que se vieron afectados por la pandemia, la organización del Giro está entregando un premio al ganador de cada etapa. El premio es el casco Drudi Performance. De la marca Kask, esta pieza busca reconocer la importancia de los elementos de seguridad en el ciclismo, a la vez que cada uno de los ganadores de las 21 etapas tendrá una pieza de arte. El casco fue diseñado por el artista italiano Aldo Drudi, quien, inspirado en el arte urbano, creó un colorido casco que termina representando ese amore infinito por el Giro de Italia.
De un cuento colorido sobre bicicletas a una pieza de arte única, cada vez que un corredor pase la línea de meta de primero, en el podio recibirá este casco que, seguramente, atesorará como uno más de sus logros deportivos. El Giro de Italia, una vez más, punto de encuentro entre el arte y el ciclismo.
Por: Pedro J. Velandia / @acerocaballito