El circuito cosplay en Colombia se ha convertido en una especie de Club de la Pelea. Es bastante común ver quejas en las redes de varios aficionados y profesionales de este arte, algunas por los eventos, otras por la extrema sexualización del arte y otras por la falta de seriedad de las organizaciones, pero al igual que en el Club de la Pelea, parece que este se rige por sus dos primeras reglas, no se habla del Club del Cosplay y ningún miembro del club habla del Club del Cosplay.
El cosplay es un arte que nació desde la afición. Consiste en vestirte, (no disfrazarse) como un personaje, inicialmente de solo anime o manga y luego se fueron expandiendo a cómics, series, películas y videojuegos, y realizar una caracterización lo más fiel posible. En nuestro país su inicio se dio tímidamente en fiestas de Halloween enfocadas en la comunidad otaku, pero con el paso del tiempo fue tomando fuerza, y se crearon diversos eventos en los que se buscó premiar a los mejores realizadores de este arte.
Durante un tiempo se vio una transición de esta arte hacia un oficio. Varios de los precursores en nuestro país encontraron en el cosplay una forma de generar ingresos. Unos se adaptaron a lo que los aficionados al arte les gustaban y se convirtieron en modelos cosplay, otros, gracias a sus habilidades creando trajes y accesorios, se decantaron por creación de vestuarios y otros, gracias a sus habilidades con el maquillaje lograron crear una carrera como maquilladores.
Pero atrás quedaron estos buenos momentos del cosplay. Ya son pocos los eventos en los que se puede concursar para demostrar las habilidades de confección y caracterización. En los últimos meses se ha visto una baja participación, cancelaciones de los eventos y otros problemas que están haciendo desaparecer el cosplay competitivo. Y sí, uno de los factores que afecta la participación es que muchos no sienten que hay un retorno adecuado a la inversión que realizan. Porque el cosplay como arte, es un arte costoso. Y las organizaciones no cuentan con los recursos para ofrecer una participación adecuada.
Pero es aquí donde esta afición empieza a parecerse al Club de la Pelea. Porque realmente muy pocos cosplayers han tomado voz para hablar del tema. Muy pocos han tomado conciencia de la problemática que enfrentan como comunidad. Pocos han vislumbrado que el problema no es el ero-cosplay, o las tormentas de arena por publicaciones en sus redes. Pocos han notado que parte del problema es la falta de unidad y organización entre ellos mismos y que no hay un patrocinio fuerte a esta clase de arte emergente.
A estas alturas, luego de ya casi 20 años de que el cosplay como arte se realice en nuestro país, es hora de que los cosplayers piensen en unirse como comunidad. No solamente como una comunidad virtual. Sino como una organización. Una organización que vaya por encima de las diferencias personales y vele por la continuidad del trabajo que muchos han realizado en pro del cosplay. Porque los espacios están allí, esperando quien se aventuren a reclamarlos y trabajar.