Casi todos creemos que existe un equilibrio universal que permite balancear el ir y venir de la vida, para crear un ambiente de justicia en torno a la vida que vivimos. Pero en lo que muchos no concuerdan es con no ser dueños de la balanza, porque les gustaría que dicho equilibrio no fuese más que una inclinación hacia sus intereses y lo desean todo, tal vez por exceso de ambición o de ego, lo cual los lleva a creer que merecen todo sin haber hecho mérito alguno. Por eso mismo, cuando no ven el resultado que desean, piensan que la vida es injusta y que ese equilibrio no es para ellos.
Lo bueno de este equilibrio es que existe y escapa muchas veces a la lógica que pretendemos deberían tener las cosas, simplemente sucede, en el momento justo y con la proporción adecuada. No nos corresponde estancarnos en ninguna etapa de nuestra vida a ver cómo sucederán las cosas, porque renunciaríamos a vivir nuestra vida para vivir una especie de venganza pasiva, de hecho, muchas veces ese equilibrio puede venir por cosas que tal vez no veamos, pero que sin duda generan un efecto.
Y es ese precisamente el principio fundamental del equilibrio universal: toda acción tendrá asociada una reacción, actúes bien o mal, con buena onda o con veneno, eso tendrá una reacción, tanto en la circunstancia vivida, como en tu vida, solo que esta última no necesariamente es inmediata, por lo cual a veces recibimos lecciones que parecen no tener sentido, pero muchas veces son la reacción a algo que hicimos y tal vez olvidamos, y en cuyo caso no debemos lamentarnos por el pasado ni mucho menos vivir temerosos del futuro, sino simplemente aprender la lección que la vida nos quiere enseñar, aun cuando en principio no la podamos entender por completo y de forma tal que cuando te pase algo que no te gusta, no te castigues ni te victimices, simplemente pregúntate qué debes aprender de esa situación, toma nota y sigue adelante.
Al liberarnos de la necesidad de entender el origen de la lección y concentrar nuestra energía en aprender lo que guarda para nuestra vida dicha lección, no solo nos damos la oportunidad de avanzar, sino que también aceptamos tanto que ese equilibrio universal no responde a lo que cada uno de nosotros llama orden en su mente (sí, cada uno, porque el concepto de orden es diferente para cada persona) como que existe la posibilidad de que todo puede ser un gran desorden que funciona en perfecta armonía, que nos permite fluir y ser todo lo que en realidad somos, y no quedarnos varados en lo que otros puedan querer que seamos.
Toda acción conlleva una reacción que llegará en el tiempo que deba llegar, y aunque no podamos entender el origen de la lección, nuestra tarea es aprender de ella con el fin de avanzar y aceptar que no controlamos nada más que nuestras reacciones y voluntad. Eso es aplicado a nuestra vida, el equilibrio universal.