Columnas

Negocios riesgosos

Tres detalles unen a Bill Tilden, Arantxa Sánchez Vicario y Boris Becker. Tuvieron el mundo en sus manos, pero de a poquitos se les fue escapando. Hoy Becker y Sánchez miran hacia el piso tratando de buscar algún guijarro que les haga recordar aquellos días felices en los que no faltaba nada. Tilden también lo intentó.

En el caso de Becker, las manotadas de tierra que fueron dejadas colar no eran pocas: ser ganador de Wimbledon a los 17 y millonario sin ser mayor de edad lo dejaron en un lugar envidiable pero descontrolado, porque su talento le seguía dando réditos en los bancos, no obstante, en algún momento el dinero que entró terminó siendo menor que el que gastaba. Un Maserati, varios Mercedes Benz, mansiones, fiestas glamurosas con modelos, un divorcio que le costó 20 millones de euros, varios negocios mal hechos, renegociaciones de deudas con el fisco y préstamos que adquirió durante una década y que, de acuerdo con el prestamista y exsocio Hans Dieter Cleven ascienden a 41 millones de euros con intereses, dejaron en la lona a un hombre que suponía que el dinero iba a estar allí, siempre a su lado, que no se iba a transformar en una especie en vía de extinción.

Arantxa Sánchez pudo ver en el extracto bancario que en su cuenta el saldo ascendía a 45 millones de euros. ¿Cómo se le va a uno toda esa plata?  Durante mucho tiempo se señaló a su familia y a sus padres como responsables de algún detrimento, tanto que los demandó por un par de problemas con la banca y con Hacienda que se fueron inflando como el popcorn y que hoy la tienen más cerca de la cárcel que del polvo de ladrillo. Aunque todos le dijeron que no lo hiciera, se enamoró de Pep Santacana y se casó con él. La separación sigue siendo dolorosa porque además de los costos, Pep pelea por la custodia de sus dos hijos y quiere llevárselos, argumentando que Sánchez tiene problemas psicológicos.

El caso insignia de esos tenistas que perdieron todo fue Bill Tilden, el más grande de la década del 20 en el mundo. Era una especie de Tyson y Nureyev en el court. La leyenda cuenta que un día que estaba jugando ante un rival, Tilden vio un gran nubarrón: vio su reloj y le dijo a un cercano que terminaría de liquidar a su adversario antes de que la lluvia hiciera presencia. Bill Tilden culminó el último punto, le dio la mano al perdedor y empezó a llover. Así de genial era.

Tres veces se echó Wimbledon al bolsillo entre otros tantos torneos e hizo mucho dinero en el deporte, además de venir de una cuna donde la plata también abundaba. Sus gastos exagerados –fiestas alocadas y hasta financiación de espectáculos en Broadway– y su condición de homosexual en un mundo muy distinto al actual lo fueron relegando, aun peor cuando fue acusado de acoso y abuso de menores.

Lo encontraron muerto en su casa, pobre y solo, después de ser opulento y popular. Los millones que acumuló ya no estaban por cuenta de su dilapidación, y en el bolsillo de su pantalón solamente había 282 dólares, su único patrimonio en el momento de morir.

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