Cualquier monopolio es un cáncer y en el caso de la cultura no es la excepción. En el cine, por ejemplo, el control global que ejercen las empresas audiovisuales más importantes de Estados Unidos ha llevado a debilitar las industrias cinematográficas de los países de Latinoamérica y a hacer quedar como si fuera un “favor” cada vez que una película nacional o regional llega a los teatros. Los distribuidores y exhibidores tienen gran parte de la culpa, como pasa con Cine Colombia, una empresa que aunque incluya el nombre del país en su marca, se dedica a fortalecer el oligopolio hollywoodense y a enterrar la posibilidad de que las buenas películas colombianas que no tienen su venia, lleguen un día a tener un estreno decente en salas.
PUBLICIDAD
Esta semana el documental Amazona, que tuvo una destacada participación en el Festival Internacional de Cine de Cartagena y que contó con la “bendición” y el “favor” del gigante del negocio en Colombia, se exhibe en unas poquísimas salas con público acostumbrado al cine independiente, mientras que Annabelle 2 y Duro de cuidar saturan toda la oferta con las opciones de teatros y horarios en los que se puede disfrutar de lo que “emociona a los colombianos”.
Muchos pensarán que se trata de la lógica del mercado, que normaliza el que una empresa venda lo que se compra como pan caliente, más cuando para nadie es un secreto que a la hora de ofrecer productos audiovisuales locales o regionales, hay que hacer un esfuerzo mayor. Pero, ¿por qué si decimos que el cine colombiano está pasando por una época dorada y hay mayor calidad y apoyo desde el Estado, seguimos vendiendo la misma fórmula fácil y más desde una empresa que se promociona como nacional? ¿No hay un poco de hipocresía allí?
Para que sea más fácil de entender, voy a utilizar una exagerada comparación. Tenemos el mejor café del mundo y por eso hasta la cadena internacional Starbucks promociona en sus tiendas que vende un producto nacional. Por su parte, Juan Valdez nos recuerda que somos colombianos y que nos debemos sentir identificados con sus productos cada vez que visitamos alguna de sus sedes para ser sus “amigos”. Sí, el cine colombiano no es como el café de Colombia, pero al Juan Valdez del cine, que debería ser Cine Colombia, lo único que le preocupa es seguir inaugurando teatros en cuanto centro comercial aparece para poner la misma programación en vez de tratar de fortalecer lo que se hace aquí y así acompañar el crecimiento de nuestro cine.
Pero tranquilos, a ellos les seguirá importando un ‘comino’ y seguirán diciendo que son 90 años acompañando a los colombianos, en vez de ser 90 años enterrando al cine nacional. Por fortuna, así como la televisión se traslada a internet, el cine también lo está haciendo, con opciones para todos los gustos, con una buena oferta y con la posibilidad de tener una mejor experiencia incluso a un mejor precio.