Durante años me daba vergüenza exigir las cosas que necesitaba para poder seguir con mi trasegar de causa. Me intimidaban frases como: “¿quién te pidió que eligieras vivir sin un empleo estable?”. Me sentía fatal no poder tener algunas cosas y tener que pedir apoyo, porque de inmediato debería dar un millón de explicaciones y por ahí derecho me ofrecerían un trabajo de 8 a 10 horas, con un salario mínimo en algo que no es mi vocación ni me haría feliz y tendría que enterrar todos mis sueños personales.
Yo soy la versión más ácida de una mujer sin poder. Yo soy una nadie de millones más que siempre tuvo que escoger entre su pan o su maquillaje, su estudio o su diario. De ahí vengo y no tengo vergüenza alguna de reconocer que esa soy yo… El eterno dilema de comprar el desodorante o un libro era continuo.
Ya no me considero una “doña nadie” no porque como a Cenicienta se me apareció el hada madrina y me resolvió la vida, sino porque he luchado a pulso cada sueño y objetivo en mi vida; porque no me tragué el cuento de que yo no podía tener un lugar en el mundo mayor al que se me había otorgado al nacer. Hice mis negociaciones con el sistema, tomé decisiones acertadas, otras no; igual nunca dejé que el sistema me impusiera sus caprichos.
Esta semana me puse “hasta el gorro” de comentarios odiosos de algunas personas que conozco:
- No eres ninguna “niña rica”, pero te comportas como tal.
- ¡Ay! Mar, cómo no te da pena pedir el taxi, que te recojan y hasta que paguen tu cuenta de peinado en ocasiones.
Cosas de ese calibre escuché por estos días.
Eso de vivir como “niña rica” me dejó pensando: no debería ser un privilegio sino un derecho. Porque vivir como “niña rica” en este país es no verse como una andrajosa o no padecer las inclemencias del transporte urbano en esta selva de concreto que es nuestra ciudad. Vivir como niña rica es poder usar la ropa que te hace sentir bien y no la que te toca. Además de disfrutar de lindos lugares que nos permitan descansar la mente.
Es una jartera explicar que dedicas la vida a tu vocación, pero no por eso dejas de ser una mujer a la que le gusta tener la vida que quiere, sin tener que explicar tanto. Pero, como de cada limón que me tiran he aprendido a hacer limonada, hoy quiero contarles una reflexión intima sobre esto:
Soy una persona sin dinero en efectivo porque decidí que prefería vivir en torno a lo que me llena y me hace sentir feliz en la vida. Cualquier otro trabajo no me pagará la vida que quiero, aunque trabaje 13 horas diarias. Hasta ahora estoy adquiriendo mi “poder académico” y con mi nivel de educación actual no puedo aspirar a un sueldo mayor de un salario mínimo, como el 90% de las mujeres de Colombia. Soy afortunada porque pude decidir luchar por mi vida como territorio político, social y emocional, y encontrar alianzas para tal fin.
No me da vergüenza cuando alguien me llama a pedir mis servicios, mi tiempo o mis saberes para referirme a los temas que manejo y le digo que deben correr con los gastos de producción –es lo más lógico–. Si quieren reunirse conmigo para proponerme algo deben pagarme el taxi y si lo que quieren es que salga en TV, no corro con gastos de salón de belleza y no estoy dispuesta a salir desarreglada porque no me siento cómoda. Antes me daba pena, sentía que estaba pidiendo limosna; pero, ahora entendí lo valiosa que es mi cabeza, lo que soy y lo mucho que valgo para que diferentes escenarios me quieran en su camino.
Si yo no valoro quién soy nadie lo hará por mí. Es lo que le he dicho a las mujeres por años y lo aplico en todo sentido. Es lo que digo a todas en las charlas. Pedir ayuda no es lo mismo a pedir limosna, exigir lo mínimo que merecemos por las cosas que entregamos al mundo no tiene por qué hacernos sentir mal.
Desde que asumí la vida de esta manera soy más feliz, ya no me frustro por no poder hacer ciertas cosas por falta de recursos. La gente que me quiere nunca me tratará como a su inferior por no tener riqueza material, porque valoran todo lo que entrego y saben que lo que soy vale mucho más que dinero. El compartir de mis saberes, mi esencia, lo que tengo por decir es muy valioso para mí y para muchas personas, pero para poder hacerlo requiere ciertas herramientas básicas.
Aprendí a tomar mi realidad como territorio político. Aprendí a decir qué necesito, sin vergüenza. Me he apoderado de mi propio espacio coherentemente con lo que le digo siempre a las mujeres: nadie nos dará el lugar que nos corresponde si nosotras lo tomamos. Obvio, lo tomo sin violencia.
Pido lo que necesito, si me reniegan no puedo seguir ahí, debo ir a otra parte, y así… Todas debemos superar dificultades en nuestro camino. Lo importante es entender quiénes somos y lo que valemos. Llegué a la conclusión de que el hecho de no tener plata en efectivo no es ser pobre, es solo no tener efectivo. Ser pobre es no tener talentos, dones, capacidades intelectuales y creativas. Ser pobre es no tener nada estructural que ofrecer para ayudar a que la humanidad crezca.
Eres pobre cuando no crees en tu talento y no inviertes en tus capacidades. Eres pobre cuando dejas que otras personas te “ninguneen” porque no tienes riquezas materiales. Yo no soy pobre ni camino con pobres. Combato la pobreza todos los días de mi vida exigiéndole al mundo que me dé el lugar que me corresponde, conforme a lo que yo he sembrado con mi existencia en el mundo. Si eso es ser arrogante y egocéntrica, OK, eso soy.
No aceptaré nunca más la idea de pobreza en mi vida, y viviré como la diva que pretendo ser. Busquen en el diccionario el significado integral de la palabra diva que está muy lejos de la ridiculez de ser famosa por razón de cualquier huevada.
No soy una diva tradicional que se debe a su público; soy una activista que vive como diva y se debe a su causa. ¿Por qué? Porque si investigan qué significaba ser diva hace unos no pocos años, TODAS quisieran vivir como las divas que merecen ser. Que merecemos ser.
Hoy ando de “Fashion activista”. La política del amor empieza por el amor propio; dar de todo lo que esperamos recibir. Mi estilo es el de la calle. Mi talento es el del pensamiento libre y mi vocación es la revolución desde las nuevas ciudadanías. Mi principio ético es el feminismo.
Por: Mar Candela / @femiartesanal
PD/ Y aquí la clasecita del día, y de gratis, queridas:
La etimología de diva se vincula a lo divino. Cuando comenzó a utilizarse el término, se aplicaba a las principales cantantes de ópera, aquellas que generaban fascinación y se situaban por sobre el resto de la gente, casi como divinidades. Con el paso del tiempo, el concepto empezó a usarse para nombrar a cualquier figura destacada del mundo artístico y del entretenimiento.
Para que una figura sea considerada como una diva, por lo general debe contar con una personalidad especial: el carisma de las divas, sumado a sus aptitudes artísticas. Es importante mencionar que diva también se emplea en sentido peyorativo si una persona pretende recibir un trato especial por su fama. Expresiones como “capricho de diva” o “aires de diva” aparecen si una famosa realiza pedidos absurdos o establece exigencias desmedidas para ser contratada o entrevistada.
No obstante, las divas para el tercer milenio no tienen intenciones de seguir cultivando la frivolidad y las estupideces del capricho; están trabajando más por ser humanitarias y entregadas a la construcción de una nueva realidad social desde su hacer. Ya no es tan bien visto ni es aceptada una diva ridícula con aires de superioridad. Es más, muchas han decidido hacer su versión de activismos.