Diego:
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Te escribo con dolor. Por allá en el año 1985 tuve el privilegio de conocerte personalmente. Fue en el Hotel La Fontana de Bogotá, un día antes del partido por eliminatoria mundialista ante Colombia (3 por 1 ganó Argentina en El Campín). Fue una bella e inolvidable cena que compartimos contigo junto a mi padre y mi hermano. Acá encuentras una columna que escribí hace unos años sobre lo que fue esa mágica noche: https://gol.caracoltv.com/futbol-internacional/informaciongeneralfutbol/articulo-260380-el-dia-cene-con-diego-armando-maradona.
Tengo dolor porque en mi vida has sido uno de mis máximos ídolos, eres un ejemplo para mi vida y luego de esa cena quedé absolutamente seducido por lo que representa tu existencia. Tu vida es la de un muchacho que se crio en la absoluta pobreza de Villa Fiorito y que a punta del talento de tus piernas y del tesón de tu espíritu conquistaste el mundo, y hoy estás en la memoria del fútbol como el mejor de la historia (para mí) o uno de los mejores para muchos.
Tu vida ha sido una montaña rusa de grandes victorias, duras derrotas, errores inmensos, no pocos arrepentimientos. Caerte, levantarte, estar al filo de la muerte, vivir con todas las ganas de nuevo es lo tuyo; y ahí vas, Diego…
Yo he aprendido, en tu condición de ídolo en mi vida, más de tus errores que de tus grandes victorias. En el plano del fútbol no hay una zurda que iguale tu talento. En el plano del liderazgo, para llevar a un equipo a la victoria con la faja de capitán en el brazo no hay un tipo con más capacidad que la que ofrecieron tu fortaleza, perseverancia y pundonor. De ello dan fe el Nápoles y la selección Argentina. Con el balón en los pies o con el balón en tu entorno, eres mágico y serás único.
Como persona también te he admirado. Tus grandes errores han sido enseñanzas para mi vida y formación. Tus debilidades con el licor y/o la droga, tus malos círculos de amistad y de personas, tus salidas en falso, todo lo que te ha rodeado, incluso el momento de casi perder la vida en una clínica de Buenos Aires, son asuntos que me han dado lecciones. Y lo digo porque entiendo y veo en ti a una persona que salió del barro, que conquistó todo en un país en donde vengar por medio de un balón la derrota de una guerra y luego alzar la Copa del Mundo es ser tratado como dios. Pero allá mismo te crucificaron, lo hicieron también en Italia y lo han hecho en todo el planeta. Y yo, como muchos, te sufrí, te lloré, evalué y dije: “Él saldrá adelante, es tan humano y débil como el mayor de los humanos y el mayor de los débiles”.
Bien lo has dicho varias veces: “Soy blanco o negro. Jamás gris”. Y así ha sido tu vida. La gente te adora o te odia. Contigo, Diego, no hay tintas medias. Y yo asumí una de esas tintas contigo. Amarte, aprender de ti y defenderte es el camino difícil. Odiarte y atacarte es el fácil.
Cada vez que cometes un error, tú, como un “máster” de resiliencia, de nuevo te paras y sigues altivo. Hay mucha nobleza en tu corazón así muchos no lo crean. Has pedido perdón, has llorado, has vivido la soledad de la fama y buscaste refugio en culturas lejanas, como la árabe. Allá has conseguido sosiego y apoyo.
Yo te sigo siempre. Evalúo cómo andas. Sé que afirmas que llevas más de una década limpio de drogas. Sé que has depurado tu círculo social. Sé que has buscado amor en mujeres bellas y jóvenes (en todo tu derecho, hasta yo lo he hecho). Sé que tratas de reinventarte, de hacer lo que todos tratamos de hacer todos los días: echar para adelante. Y sé, como también les pasa a muchos de nosotros, que luchas con tus demonios, con ese Lado Oscuro de tu Fuerza que a veces se apodera de ti. Y te entiendo en esa lucha, que es la de millones de débiles que nos llamamos humanos.
Esta semana cometiste otro gran error. Sé que asesorarte es casi una labor utópica, pero lo necesitas. Mucha falta te hacen, con todo respeto te lo digo, el buen consejo y criterio de tus padres, don Diego y doña Tota.
Yo respeto, como debe hacerse con cualquier persona, tus inclinaciones políticas. Pero Diego, salir a apoyar una dictadura que ya comete genocidios… Decir que eres soldado de un tipo como Maduro, de un hombre que ha demostrado su ineptitud, brutalidad, falta de inteligencia y estupidez… Hablar de imperialismo… Desconocer los muertos y el hambre de un pueblo. ¿Ser obtuso ante el caos de un país? ¡No, Diego, no y mil veces no! Ahí no estoy, ni estaré contigo jamás. Es una cuestión de humanidad. No puedes llegar a ese nivel, te lo digo con amor.
No te ayudas, Diego. ¿Por qué, en aras de la terquedad, deseas que más gente te odie? Parte de amar a alguien es también desilusionarse y decirlo. Hoy, Diego Maradona, me tienes desilusionado. Te lo dice un maradoniano de pura cepa.