La foto no es del todo clara, pero aún así se entiende. Y no está viendo mal, en la parte alta del menú de pared dice que el jugo de mandarina cuesta 10.000 pesos. El precio oficial es de 9900, pero como está de cara la vida, 100 pesos ni quitan ni ponen, así que su valor real es de 10.000.
La imagen fue tomada en la plaza de Andrés Carne de Res del centro comercial El Retiro, en la Zona Rosa de Bogotá. Y no es la primera vez que escribo de Andrés, como se conoce popularmente, un sitio que me tiene obsesionado. Me obsesiona porque es tremendo negocio. Un gran concepto, buena comida, buen ambiente, una estética bien definida, una fama muy ganada y precios desorbitados. Lo que más me gusta es eso último: cobra lo que quiera y la gente lo paga.
Fui mesero de allí hace unos años y aunque Andrés Jaramillo, su fundador, no es precisamente una dulzura, tampoco es el monstruo que la gente ha querido pintar. Es duro y exigente, pero nada del otro mundo. Me consta haberlo visto abrir el restaurante temprano en la mañana y ser el último en salir para cerrarlo, buena parte de su éxito se lo debe a esa perseverancia.
Sin embargo, aunque me gusta su comida, nunca me han gustado sus precios. Abusa, y uno más pendejo que los paga. No he pedido el jugo de mandarina, pero sí he pagado de más por un pedazo de carne, incluso por una Coca-Cola. Y ese es el punto, mientras haya gente dispuesta a pagar lo que pide, el lugar seguirá cobrando lo que quiera. Podrá uno indignarse, pero no es ilegal.
Siempre he dicho que la peor gente de Colombia va a rumbear a Andrés Carne de Res, desde niños consentidos hasta políticos, y próximamente cuando se firme la paz, miembros de la cúpula de las Farc. De hecho, los políticos roban para comprarse una finca, mandar a sus hijos a estudiar al exterior y para poder irse de fiesta a Andrés sin preocuparse por la cuenta. Y los entiendo, no cualquier bolsillo aguanta esas tarifas. Por eso me gusta la plaza de Andrés en El Retiro, puede uno comer bien sin tener que aguantarse la rumba al lado de esa gente.
Arribista como soy, he almorzado varias veces allí, y cuando el dinero ha estado escaso, he ido a comer a restaurantes cercanos. A pocas cuadras se almuerza, no por 10.000, sino por 8000 pesos, y encima puede uno pedir que le cambien el plátano por más papa. Eso sí, cero parafernalia, cero decoración, cero actores animando las mesas, cero farándula y cero Andrés Jaramillo recibiendo a los comensales. Puedo vivir sin eso, en especial sin los actores.
Dicen que una vez se firme la paz, el posconflicto va a ser costoso, aunque menos costoso que la guerra. En todo caso, ninguna de las dos cosas alcanza a ser tan cara como el jugo de mandarina de Andrés Carne de Res.
*Las opiniones expresadas por el columnista no representan necesariamente las de PUBLIMETRO Colombia S.A.S.