En el parque donde está construida la biblioteca pública Daniel Guillard crecen begonias, veraneras y palmas sobre un terreno que hasta hace unos meses estaba cubierto de pasto seco y basura. Tan grande ha sido el cambio de esta zona verde que incluso los jóvenes que pasan las tardes en medio del humo de otra planta menos ornamental se han interesado en cuidarla y mantenerla limpia.
La biblioteca queda en el barrio Los Lagos, comuna 13, Distrito de Aguablanca. El número de homicidios ocurridos allí en 2018 indica que es la tercera comuna más violenta de Santiago de Cali. Incluso muy cerca de la Daniel Guillard existen fronteras invisibles que dividen el territorio entre varias pandillas y que representan un peligro para el incauto que las cruce.
Pero esta no es una historia de desdichas que se esparcen como maleza. Con el ánimo de integrar a la comunidad en ese ambiente tan hostil, las bibliotecarias Zeidy Riveros, Magnolia Vargas y Natalia Toro dedicaron dos meses a crear un proyecto ambiental que también funcionara como una identidad para el lugar. Así nació ‘Gaia, en mi biblioteca la tierra es de todos’, iniciativa que hace unos días ganó el premio internacional Green Library Award 2019 (premio a la biblioteca verde).
“Somos tres bibliotecarias un poco locas. Creamos cada componente del proyecto con su metodología, objetivos y logo, y participamos en la convocatoria para ver qué pasaba… Hablábamos y decíamos “qué tal que ganáramos”. Cuando salimos ganadoras no lo podíamos creer. Todavía no lo creemos”, cuenta Zeidy, la coordinadora de la biblioteca.
El proyecto tiene seis componentes que sirven a todas las poblaciones, desde la primera infancia hasta los adultos mayores. Así, los más pequeños crean manualidades con materiales reciclados, los jóvenes tienen un taller de radio para proponer historias ambientales y los adultos mayores conformaron un club teatral en el que también abordan temáticas del medioambiente, por nombrar solo algunos ejemplos.
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Hay otras actividades como el ciclopaseo ‘Biblioteca sobre ruedas’, cuya primera versión reunió a más de 300 vecinos que quizá de otra manera no hubieran podido compartir el mismo espacio; el cine ambiental, actividad mensual que está próxima a repetirse, y las jornadas de siembra, gracias a las cuales se ha logrado que el parque florezca de nuevo.
Por esta gran propuesta, la biblioteca pública Daniel Guillard fue la mejor entre 34 postulaciones enviadas desde países como Austria, Bulgaria, Francia, India, Irán, Irlanda, México, Portugal y Estados Unidos. Las bibliotecarias serán compensadas con dinero y una de ellas viajará a Grecia a recibir el premio, que entrega la Federación Internacional de Asociaciones de Bibliotecarios y Bibliotecas.
“Cuando llegamos en el 2018 creíamos que los proyectos no iban a despertar el interés de la comunidad, pero nos sorprendió ver que la gente estaba muy ansiosa. El premio es gracias a todos los vecinos que han hecho que estos planes sean posibles”, añade la coordinadora.
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90 niños visitan la biblioteca cada día, en promedio.
Punto de encuentro
La biblioteca pública Daniel Guillard no es un templo del silencio. Allí, por lo contrario, los niños hablan en voz alta, leen, juegan, se ríen y corren. La mayoría de ellos –cuenta la coordinadora- tienes padres que trabajan todo el día y no pueden brindarles la atención necesaria.
“Buscamos que los niños encuentren acá lo que tal vez no encuentran en sus casas: un adulto que les lea en voz alta o alguien a quién contarles sus historias. Antes no sabían nada del tema ambiental, ahora todos estamos en sintonía. Ellos mismos son los que preguntan cuándo será la próxima sembratón y dicen que hay que hacerla pronto”, explica Zeidy.
Jáder Astaiza, quien con 11 años ya es uno de los pequeños líderes de la biblioteca, confiesa que antes pasaba las tardes jugando videojuegos y ahora prefiere que sus padres lo lleven a la Daniel Guillard. Su curiosidad nació cuando una bola de tierra y semillas que le dieron allí se convirtió en el ‘señor don pasto’ luego de varios días de recibir el agua que escurría del lavadero de su casa. La germinación de las semillas fue para él un gran milagro de la naturaleza.
“Debemos tener conciencia de que el medioambiente es fundamental y debemos cuidarlo y apreciarlo. Hay que pensar en lo que hacemos cada día y cuáles son las consecuencias que afectan nuestro entorno”, dice el niño.
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Entre las más próximas actividades de la biblioteca hay un reinado en el que las niñas de la comunidad van a desfilar con trajes hechos de material reciclado. Sofía, otra de las pequeñas líderes, ya está diseñando su vestido con ayuda de una amiga. Se le escapa una sonrisa cuando piensa en la posibilidad de ser la reina ambiental de Los Lagos.
Otras niñas han pedido ayuda a las bibliotecarias para buscar ideas de trajes en Internet. Las begonias, las veraneras y las palmas no son entonces la cara más visible del proyecto que ganó el premio mundial: lo son las ilusiones de Jáder, de Sofía y de todos los niños que van a diario, de los jóvenes que producen radio, de los abuelitos que hacen teatro, de los chiqutines que escuchan cuentos, de los vecinos que salen en grupo a montar bicicleta y de todos los que se reúnen a ver cine, a sembrar árboles y a cosechar esperanzas.
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