Los payasos hospitalarios meten sus narices en todas partes. El viernes pasado, por ejemplo, las metieron en la Fundación Alzheimer, donde viven personas adultas y abuelitos que padecen esta enfermedad y a los que a veces, muchas veces, se les ha olvidado sonreír. O quizás no encuentran motivos para hacerlo.
Del 25 al 30 de abril, todas estas naricitas rojas estarán metidas en el III Congreso de Payasos Hospitalarios que organiza Caliclown, entidad pionera en transformar distintos escenarios a través del humor en Santiago de Cali. El congreso tendrá una jornada académica, talleres y espectáculos dirigidos a todos quienes quieran conocer la labor de los payasos en distintos contextos, o simplemente pasar un rato divertido.
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Ilana Levy fue la fundadora de Caliclown, iniciativa que completa cinco años de funcionamiento. Ella, caleña aunque su nombre no parezca y formada por el mismo Patch Adams, regresó de México en el 2010 y se dio cuenta de que quería dedicarse a cambiar penas por risas.
Una de sus experiencias más bonitas como payaso hospitalario la tuvo en la sala de un hospital en la que una habitante de la calle llevaba internada más de 15 días por una infección. La trabajadora social le hizo una recomendación muy clara al grupo: “ahí no entren”. Y ellos, como buenos payasos entendedores, escucharon lo contrario: “entren ya mismo”. El resultado con esa mujer que antes no hablaba fue una charla y un rato de diversión, pues el payaso genera ese grado de confianza al mostrarse en un nivel mucho más bajo, ridículo y tonto, dice Ilana.
Con los abuelitos de la Fundación Alzheimer ha pasado algo similar. Miembros de Caliclown fueron contratados como terapeutas para llevarles minutos de alegría cada semana. Y aunque algunos no hablan y son poco comunicativos, disfrutan que los payasos los saluden, les den besos y los hagan reír. También les dan amor. Les dan tiempo. Atención. Indudablemente, eso es curar de otra manera.
Payasos multidisciplinarios
Alguna vez Ilana creyó que su formación profesional no le iba a permitir ser payaso hospitalario porque no estaba cercana al arte dramático, pero no fue así. Actualmente, entre los 27 miembros voluntarios de Caliclown hay personas de todas las profesiones. Algunos apoyan en labores de fotografía, de diseño o de relaciones públicas, y otros han tomado una formación de aproximadamente un año para poder hacer intervenciones en hospitales y comunidades vulnerables.
Uno de los planes próximos es armar un grupo más grande e ir a Mocoa a trabajar con la comunidad sobreviviente a la tragedia. Ya lo han hecho con otras poblaciones vulnerables y son testigos de los cambios que se logran en ellas.
También son testigos de los cambios que se logran en ellos, en los mismos payasos, después de la formación y de cada intervención. Se trata de ‘desaprender’, dice Ilana. Desaprender todas las normas sociales con las que normalmente se es educado, amarse con todas las imperfecciones y entender que los payasos hacen reír precisamente con sus errores y su forma tan distinta de ver las cosas. Por eso en los que han escogido este oficio siempre queda una gran satisfacción después de servirle al prójimo a través de un mensaje tan universal como el humor.