José María, de 39 años, decidió de la noche a la mañana unirse a la caravana de migrantes.
Los caminantes habían salido un par de días antes, el 12 de octubre, de San Pedro Sula, en Honduras. Su intención, cruzar Guatemala y México para llegar a Estados Unidos, donde tienen la esperanza de encontrar trabajo y una mejor vida.
José María supo que los migrantes descansaban en un parque muy cercano a su casa, en la hondureña Nuevo Ocotepeque, no lejos de la frontera con Guatemala y El Salvador.
A la mañana siguiente, emprendió con ellos el camino. "Me decidí a irme porque aquí la pobreza está tremenda".
Se llevó con él a su hijo Neiser, de 3 años. Se despidió de su mujer, Fátima, de 29 y su hija Katerine, de 6.
Tomó solo una mochila con un cambio de ropa para él y otro para su hijo: "No llevaba nada dinero, pero luego me regalaron 150 pesos mexicanos".
"Caminé horas y horas bajo el calor y la lluvia con mi hijo durante siete días", cuenta.