"Jesucristo también decepcionó y él era Dios", dice entre risas el expresidente paraguayo Fernando Lugo.
Exobispo de 67 años, Lugo rompió en 2008 una hegemonía de 60 años de gobiernos del poderoso Partido Colorado en lo que fue uno de los hitos electorales más importantes de la historia de Paraguay.
"Yo reconozco, con autocrítica, que no hice todo lo que quise hacer. Y por eso sigo en política", añade Lugo, en una oscura sala de su casa en el sur de Asunción, detrás de un enorme retrato en óleo de José Gaspar Rodríguez de Francia, un líder nacionalista que se autoproclamó, entre 1814 y 1840, Dictador Perpetuo de la República del Paraguay.
Lugo, cercano a Hugo Chávez y a Lula da Silva, es quizá la última figura de la política paraguaya que se reconoce en el exterior, en parte porque su salida del poder, en 2012, se dio de manera abrupta tras un polémico juicio político.