En 2016, Nadia Sánchez creó la Fundación She Is. Una iniciativa que tiene como misión empoderar a las niñas y mujeres en condiciones de vulnerabilidad por medio del emprendimiento y la educación en ciencia y tecnología.
A través de sus distintos programas, en los últimos 6 años han beneficiado a más de 16,000 niñas y mujeres. Pero hay una idea en especial que ha impactado 131 vidas entre los 9 y 16 años, desde el 2021: She Is Astronauta-Inmersión.
Desde el 2021, la Fundación estableció una alianza estratégica con el Space Center de la NASA en Houston, Texas, Estados Unidos, para que niñas en condiciones de vulnerabilidad de Colombia, Perú, Ecuador, Costa Rica y República Dominicana, tengan la oportunidad de estar allí por 1 semana, una vez culminen un curso virtual de 4 meses sobre liderazgo, tecnología, emprendimiento, robótica e innovación.
Esta inmersión no solo les permite conocer de primera mano el museo que alberga más de 400 artefactos espaciales, incluyendo la colección de rocas lunares y muestras traídas desde la Luna, sino empoderarlas, motivarlas e inspirarlas a ser agentes de cambio en sus comunidades.
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De esta manera, para este 2023, dos estudiantes colombianas fueron seleccionadas entre 5.259 menores de todo el país que, gracias a la Fundación Vinci, uno de los aliados de este programa.
Para su escogencia, tuvieron en cuenta su interés por las habilidades STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas, por sus siglas en inglés), pero también las expectativas y capacidades que demostraron tener respecto a replicar en sus territorios todo lo que aprendan en este proceso.
“Son niñas que hablan del poder de empoderar a otros y mostrar oportunidades más allá de lo que tienen en casa”, afirmó Leidy Martínez, coordinadora del programa Ella Es Astronauta para América Latina de She Is.
Es así como a través de esta experiencia, que ya empezó gracias a las actividades de robótica, programación, cohetería, charlas con directores de vuelo y simulaciones de viajes al espacio; y experiencias en hábitats lunares, puedan igualmente ser el ejemplo de romper los estereotipos de género y el techo de cristal, para que a través de la educación, mejoren sus condiciones de vida y la de sus familias.
“Todos tenemos un objetivo y una sola vida”: Angélica, la futura neuróloga
María Angélica Páez tiene 16 años, está en grado once y en sus gustos está tejer y dormir, que claro, lo menciona entre risas. Está un poco nerviosa, pero a medida que le pregunto como llegó al mundo de la Ciencia, se va soltando y habla con ilusión de lo que quiere ser cuando grande: médica.
“Mi fuerte son las matemáticas, pero últimamente con una amiga que tengo nos ha interesado mucho el tema del cerebro. Y a diferencia de los números no es absoluto. Es un mundo desconocido que no se ha explorado al 100 % “.
Ante su curiosidad, me cuenta que cuando un profesor le habla de cierto artículo científico, llega a casa y lo investiga, como “los siete sentidos o la glándula pineal”. Además, aunque le causa mucha impresión llegar a tocar un cerebro, su primera experiencia en la medicina fue estudiar un corazón de vaca “y se siente como gelatinoso”.
Respecto a su proceso de selección, asegura que dio el paso sin llenarse de muchas expectativas y meses después, cuando abrió la puerta de su casa ubicada en el municipio de Soacha, la esperaban para darle la gran noticia. “Entré en shock y siento que todavía estoy así”.
En Estados Unidos, esta futura médica espera “adquirir mucho conocimiento, porque allá están los duros”. Y principalmente poder observar el universo, “con toda esa mano de telescopios”.
Es así, como María Angélica no duda en decirle a las mujeres, sin importar la edad que tengan, exploten sus capacidades “porque por algo las tienes y pueden desencadenar en muchas cosas buenas en tu vida. Háganlo porque nadie más los va lo va a hacer por ustedes”.
Ella es Silvana y puede ser la próxima mujer colombiana en trabajar para la NASA
Silvana Cuadros tiene 11 años, está cursando grado séptimo. Vive en Silvania, Cundinamarca en una casa con su mamá, tía, perros y gatos. Por lo que, por supuesto, es amante de los animales y está orgullosa de sus raíces.
Su casa, en medio de tanto verde, le ha permitido contemplar el cielo en la noche, como en ningún lugar. Y es así como encontró su mayor pasión: la astronomía.
“Desde chiquita he visto como grandes científicos hacen descubrimientos sobre que están hechas las estrellas o la luna. Cosas que se acercan mucho a los astronautas y eso me parece muy chévere”.
Dentro de sus observaciones recuerda una puntual: la luna roja. “Cuando la vi me pareció muy bonita. Intenté ver el cometa verde pero no alcancé. Y una vez que estuve en Bogotá sacando el pasaporte, ya era de noche y alcancé a ver Las Pléyades y la constelación de Escorpio”.
Cuando le pregunté sobre como se había informado que iba a viajar a Space Center de la NASA, me narró muy detalladamente lo que pasó: “Me enteré de la noticia en el Colegio. Yo estaba en la formación y mis compañeros ya sabían. Todo el mundo me movía, pero yo no podía de la emoción”.
En el viaje, Silvana espera encontrarse muchos cohetes y subirse a ellos, en especial porque tiene una tarea encomendada por una de sus compañeras de colegio. “Que le dijera como iba la cama dentro de un cohete: si vertical u horizontal”.
Finalmente, Silvana comparte un mensaje a otras niñas y mujeres, que como ella también quieren comerse el mundo y abrirse espacio en un mundo de hombres. “Nosotras somos capaces de alcanzar todo. Alcanzar el cielo si no lo proponemos. Nuestros corazones fueron creados para volar más allá de las estrellas”.