Colombia

Informe: Hipopótamos, el legado más excéntrico del narcotráfico

Traídos a Colombia por el narcotraficante Pablo Escobar y abandonados por el Gobierno, se asentaron en un área del valle del río Magdalena, el más importante del país, y se convirtieron en un emblema de una zona azotada por la violencia

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Un grupo de unos veinte hipopótamos pasa tranquilamente la mañana bajo el agua de una laguna en el centro de Colombia. Dentro del agua no se perciben los 35 grados centígrados de temperatura del ambiente; su delicada piel resiste mejor el ardiente sol al estar sumergida, y su peso de más de dos toneladas se siente menor con la ayuda del agua. Solo asoman la cabeza para respirar, y de vez en cuando para marcar territorio con impresionantes bramidos.

Al atardecer, los animales salen del agua y buscan alimento. Para conseguir los casi 75 kilogramos de pasto que necesitan, recorrerán las quebradas y ríos de la región, atravesarán cercas, pasarán junto a zonas pobladas y se convertirán en los principales atractivos turísticos de una región que hasta hace pocos años se evitaba por el narcotráfico y el paramilitarismo.

Aunque están a 9000 kilómetros de la manada salvaje de hipopótamos más cercana, no les importa. Allí, en Doradal, un corregimiento a cuatro horas de Medellín y a seis de Bogotá, se sienten en casa: tienen una laguna para pasar el día, abundante pasto para comer y no tienen que defender su territorio de depredadores como cocodrilos del Nilo, leones o hienas. Son la colonia más grande de estos animales en América y, probablemente, fuera de África.

En la historia de estos animales se retratan los últimos 40 años de Colombia: la excentricidad y violencia alrededor de la danza de los millones del narcotráfico, la desidia del Gobierno y el ingenio de cientos de habitantes y entidades de la región para convivir con una especie considerada como una de las más peligrosas en su zona nativa.

El excéntrico

El corregimiento de Doradal se encuentra en Puerto Triunfo, un municipio del departamento de Antioquia que ocupa 362 kilómetros cuadrados en la ribera del río Magdalena, en la ruta fluvial que desde la época de la Colonia comunica el interior del país con el mar Caribe. Allí, en medio de colinas bajas, pero empinadas, Pablo Escobar, el narcotraficante más conocido del mundo, compró más de 3000 hectáreas de tierras ganaderas para instalar lo que durante años fue su fortín: la Hacienda Nápoles.

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Las ardientes sabanas de Doradal eran sede de lo que la actual administración de la hacienda llama modestamente “un zoológico privado”, pero en el que se encontraban leones, tigres, jirafas, avestruces, búfalos y otros animales salvajes que convirtieron el área en una especie de safari del cartel de Medellín. Entre los animales que llegaron desde Miami se encontraban cuatro hipopótamos.

“Se habla de varias versiones: desde el zoológico como una demostración de opulencia, el uso práctico de untar el excremento de los animales para camuflar la cocaína y confundir a los perros antidrogas, hasta ocultar entre las jaulas los millones de dólares que producía la venta de drogas en Estados Unidos”, explica el historiador Felipe Arias-Escobar. “La hacienda terminó por alimentar las versiones que el periodismo y el folclor han construido sobre el narcotráfico”.

A disfrutar del parque de Pablo Escobar llegaban políticos, empresarios, periodistas y turistas que gozaban gratuitamente de los animales africanos, a solo cuatro horas de la ciudad de Medellín por carretera. Incluso, después de 1984, cuando por órdenes del narcotraficante murió el ministro de Justicia Rodrigo Lara Bonilla e inició una operación de combate, la Hacienda Nápoles siguió siendo la base de su imperio delictivo.

Este fortín se vino abajo con la guerra de Escobar contra el Gobierno colombiano y sus rivales del cartel de Cali, en 1989. Cuando el temido narcotraficante fue abatido en 1993, sus bienes pasaron a la extinción de dominio y a las manos de intrépidos hombres que destruyeron la casa en búsqueda de guacas (escondites con dinero).

Incluso, cuentan algunos pobladores que los hipopótamos ocultan una fortuna del narcotráfico enterrada bajo la laguna que habitan. Pero, según explica David Echeverry, biólogo de la corporación ambiental regional Cornare, la razón es más sencilla: “Los animales están ahí porque quieren. Encontraron ese espacio, que es muy cercano a su hábitat natural, y ahí se establecieron”.

Desidia y guerra

Durante muchos años después de la muerte del mafioso más famoso del mundo desde Al Capone, la Hacienda Nápoles pasó a convertirse en un predio en extinción de dominio bajo la administración de la Dirección Nacional de Estupefacientes. Al ser parte de la propiedad de Pablo Escobar, todos los animales del zoológico también hacían parte de esta extinción de dominio, pero, ¿qué hacer con ellos?

Echeverry explica que los animales como leones y jirafas fueron entregados a diferentes zoológicos del país, pero los hipopótamos presentaban un problema: “Ningún zoológico quería recibirlos. Son animales muy delicados y su mantenimiento es costoso en cautiverio”.

Los hipopótamos fueron abandonados durante años con la hacienda, que sucumbía a la guerra que las Autodefensas Unidas del Magdalena Medio, quienes sometían con todo tipo de delincuencia para apoderarse del corredor. La región se convirtió en foco de desplazamiento y un lugar imposible de visitar, mientras los hipopótamos se multiplicaban sin control.

“Históricamente el Magdalena Medio fue una zona de tránsito de las cordilleras hacia el Magdalena, especialmente en Antioquia, pero por su valor como ruta comercial se convirtió también en un espacio apetecido por las élites y después por los grupos ilegales que se apoderaron de ese espacio para controlar las rutas de distribución de droga y armas”, explica Arias-Escobar.

Según Oberdan Martínez, administrador general del Parque Temático Hacienda Nápoles, los hipopótamos siguen siendo propiedad del Gobierno de Colombia, aunque construyeron infraestructura como un mirador para permitir que los visitantes puedan observarlos de manera segura.

“Este es un recuerdo de la opulencia del narcotráfico”

Felipe Arias-Escobar, historiador de la Universidad Javeriana y magíster de la Universidad Iberoamericana de Ciudad de México.

¿Qué nos pueden mostrar los hipopótamos de la Hacienda Nápoles de la historia de Colombia?
Pensaría que nos sirve para ver la complejidad del daño a terceros que ocasionamos como sociedad. Porque no solo se trató de un delincuente que puso un zoológico que luego abandonaron, sino de una potencial amenaza ambiental que ni el Estado tuvo la capacidad de prever o de controlar. Sin duda, es una metáfora de cómo a esa lucha por el poder no le importó pasar por encima de la tranquilidad de terceros, dejando un desastre que nos ha tomado generaciones arreglar.

¿Qué buscaba Pablo Escobar trayendo animales como los hipopótamos a su hacienda?
El zoológico pudo ser una de las muchas vías que tuvo Pablo Escobar para satisfacer su megalomanía y sus ansias de poder. Es probable que para un personaje emergente, que desafiaba a su manera a la élite, la Hacienda Nápoles no solo era un símbolo material de su ascenso, sino también una exhibición de su desafío.

¿Cómo se daba ese desafío a la élite?

Pablo Escobar vivía obsesionado con imitar a “los ricos”, siempre pendiente de cómo vivían o de dónde tenían sus bienes. De ahí que Nápoles pudiera ser tan importante para la construcción de su imagen.

¿El nivel de opulencia que manejaba Escobar es común en otros narcotraficantes?

Fue emblemático por los niveles de extravagancia a los que llegó, pero desde una perspectiva más política, la opulencia narcotraficante se vuelve una exhibición de poder. No hay cultura narco sin un medio social jerárquico e históricamente excluyente, y con oportunidades de ascenso social limitadas, la promesa del poder a cambio de dinero fácil puede seducir a muchos.

¿Al final, cuál es el papel de los hipopótamos en esta historia?

En mi criterio, los hipopótamos de la Hacienda Nápoles son víctimas, primero, de la excentricidad de un mafioso que los trajo por propósitos ajenos a su supervivencia y luego de una burocracia incompetente que ignoró por años el problema ambiental que traería una, qué ironía, paquidérmica extinción de dominio.
 

El pueblo de los hipopótamos

Aunque Doradal sigue siendo un parador importante en la vía que comunica a las dos ciudades más importantes de Colombia, los hipopótamos y la memoria de Pablo Escobar convirtieron al corregimiento en un sitio con atractivo turístico. Y Puerto Triunfo, deseoso de deshacerse de la historia del narcotráfico, fortaleció a los animales como el principal atractivo turístico.

“En Puerto Triunfo se vivió el paramilitarismo, nosotros vivimos una guerra muy complicada”, asegura la alcaldesa de Puerto Triunfo, Madeline Arias Giraldo. “Nosotros, como civiles, sobrevivimos a toda esa situación de violencia que atravesó el municipio. En 2006 se vivió el proceso de extinción de dominio de la Hacienda Nápoles, que hizo que se entregara el territorio al municipio, y este lo arrendó a una empresa para que realizara el proyecto turístico. De ese proyecto hacen parte los hipopótamos”.

La Hacienda Nápoles fue convertida, a partir de 2007, en un parque temático en el que se combinan los animales salvajes, en especial la manada de hipopótamos en libertad más grande de América, y las atracciones acuáticas. Este desarrollo ha hecho que el parque temático se haya convertido en el sitio turístico más visitado de Antioquia y uno de los más visitados de toda Colombia.

“Nosotros quisimos entrar al tema africano porque, cuando llegamos, encontramos la colonia de hipopótamos libres. Por eso desarrollamos la idea de safari”, explica Martínez. El parque también funciona como santuario de fauna para animales rescatados del cautiverio, aunque el visitante que espere encontrar recuerdos de Pablo Escobar se llevaría una decepción.

Con la creación del parque en 2007, la idea fue desligar de la memoria de los visitantes la idea de que esta había sido la hacienda emblemática de uno de los narcotraficantes más famosos del mundo. “Algunos querían hacer el parque en memoria de Pablo, pero no. La idea es mostrar que hay otras formas de vida y que el crimen no paga”, afirma la alcaldesa.

Tanto Arias-Escobar como Martínez aseguran que la idea fundamental del parque es desligarse de la memoria criminal de la hacienda, pero esta sigue presente de las maneras más inusitadas: la réplica de la avioneta Piper que Pablo Escobar usó para llevar su primer cargamento de droga a Estados Unidos sigue en la entrada del parque, pero ahora pintada como una cebra. Y si el visitante da un giro equivocado, en vez de encontrarse con la taquilla del parque se hallará frente a una prisión.

Los hoteles que antes hospedaban a los visitantes del zoológico privado revivieron para atender a los turistas que visitan el parque temático, e incluso la Alcaldía de Puerto Triunfo busca que dos hipopótamos colonicen una pequeña laguna a orillas de la carretera Bogotá-Medellín, cerca de varios hoteles, en la que varias veces se han avistado los animales.

Cuidado: hipopótamos en la vía

Animales salvajes tan territoriales como los hipopótamos conllevan riesgos. Entre Cornare y la Alcaldía de Puerto Triunfo buscan atender los riesgos para poder asegurar que la convivencia con los seres humanos no culmine en una tragedia.
“Cuando recibimos estos terrenos, el Ministerio del Medio Ambiente nos explicó que con los terrenos no se entregaban los animales, que eso seguía siendo cuestión del Estado”, afirma Martínez. “Pero nosotros somos los primeros afectados, porque con su caminar hacen muchos daños”.

Entre estos daños se encuentran la destrucción de cercas y vallas, así como afectaciones a los terrenos y caminos. La alcaldesa Madeline Arias explica que, junto con los entes ambientales, la administración municipal realiza campañas de sensibilización para buscar que los pobladores eviten agredir con piedras o “torear” a los hipopótamos, con el fin de prevenir ataques.

Echeverry asegura que, aunque es muy difícil retener a los hipopótamos en un área, cercos con un arbusto espinoso que les lesiona la piel y con piedra caliza filosa que lastima sus patas, han permitido que los hipopótamos estén relativamente confinados. Asimismo, se les han dedicado cuatro hectáreas de siembra de pastos como un banco nutricional para evitar que realicen excursiones a las zonas pobladas en busca de alimentos.

Un tema más crítico es el de la proliferación. Se cree que la manada ronda los 40 animales, y la reproducción descontrolada haría que algunas colonias se extiendan hacia el Magdalena y pongan en grave riesgo el ecosistema de la región. De hecho, en 2009 un grupo de cazadores fue autorizado para cazar cuatro hipopótamos agresivos que buscaban colonizar un río hacia el norte.

Ya se presentan casos de expulsiones de animales: una hipopótamo de la manada fue expulsada en 2010 por sus padres, y el personal del Parque Temático asumió la labor de su crianza. Hoy, siendo una mole de más de dos metros de largo y pesando casi una tonelada, esta hipopótamo llamada Vanessa es la mascota del parque.

El objetivo final de Cornare es lograr una esterilización de los hipopótamos que no solo ayude a controlar su población, sino también a reducir su agresividad, pero las dificultades son tan grandes como los animales. “Cada esterilización cuesta unos 300 millones de pesos (US$102.000) y es un proceso casi artesanal”, advierte Echeverry. “No es que haya por acá muchos veterinarios que sepan cómo esterilizar hipopótamos”, remata.

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