fotografías tiene expuestas Carlos Molina en el Museo de la Salsa. También dice que tiene unos 5.000 discos de ritmos afrocaribeños y antillanos.
El Museo de la Salsa abre al público los sábados desde las 3:00 p.m. hasta las 3:00 a.m. del domingo. Quienes quieran ir en un día diferente, pueden comunicarse con Carlos Molina al 3215341255, y concretar la visita. Es completamente gratuito.
A la izquierda está ‘Piper’, vistiendo un blazer blanco. Tiene su mano derecha puesta sobre un micrófono y mira como hacia el horizonte a través de sus gafas redondas, grandes. A la derecha, con una camisa roja de seda está Ismael Rivera, poniendo su mano izquierda sobre un micrófono que hay en el centro de la imagen. Ahí, en la mitad, atrás de ese micrófono, está Héctor Lavoé. El brillo del flash estalla en los cristales de sus lentes.
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Es alguna noche de la Feria de Cali de diciembre de 1981 y ahí, en el Coliseo de El Pueblo, entre el calor y el sudor, entre la euforia y la clave marcada con la punta de los pies, está Carlos Molina. Tiene 30 años y es el cuatro personaje en la foto. Un personaje invisible, que no aparece en la imagen, pues está detrás de la cámara, frente a ellos, disparando el obturador.
“El que quiera tomarse fotos, puede hacerlo pero con toda la pared de fondo. No dejo tomar fotos a fotografías solas, por eso de la ‘piratería’. La otra vez me pasó con esa foto. Mi hijo la puso en Facebook y ya todo el mundo ya tiene. Y es una foto mía que tomé en el festival de soneros de la Feria del ‘81”.
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Carlos Molina, hoy con 65 años, señala la pared junto a la entrada del Museo de la Salsa, un increíble lugar levantado durante 47 años en el corazón del barrio Obrero y en el que exhibe más de 800 imágenes de artistas, cantantes y orquestas que han pasado y se han presentado en Cali.
“Todas las fotos tienen el mismo valor, porque cada una tiene un recuerdo y muestra un instante irrepetible. Para mí, todas son invaluables. Las he tomado yo mismo durante casi cinco décadas, yendo a conciertos y visitando los hoteles donde se quedan los artistas. Es algo que he hecho toda mi vida”, explica Molina.
La foto de los tres soneros; ‘Piper Pimienta’, Héctor Lavoé y ‘Maelo’ Rivera, tiene una firma. Es la firma de Carlos: una manera para preservar la memoria, pues detalla el lugar donde la tomó y la fecha. “Si Botero firma sus gordas, yo firmo mis fotos”, dice.
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El Museo de la Salsa fue durante todos estos años una obsesión de Carlos Molina. Un proyecto personal que con el paso del tiempo y la incansable labor por retratar los artistas salseros, se convirtió, hoy en día, en la memoria gráfica del género afrocaribeño en la capital del Valle del Cauca.
Desde hace siete meses, cada sábado desde las 3:00 p.m. hasta las 3:00 a.m. de la madrugada del domingo, el Museo abre sus puertas para que todos los caleños vayan a apreciar las fotos, mientras escuchan buena música y se toman un par de cervezas.
“Esto es un sitio diferente. No quisiera compararlo con ninguna discoteca, viejoteca o salsoteca. Es un sitio de exhibición con unas mesas, por si alguien quiere venir a tomarse algo. Hay pista, por si alguien quiere bailar. Hay música también. Pero este sitio es algo diferente. No me interesa volverlo un establecimiento nocturno diario”, explicó Molina.
Dice el ‘curador’ del Museo que pese a que en los muros del lugar tiene expuestas más de 800 imágenes, en dos clóset en su casa tiene otras miles de fotografías, que no ha podido ubicar porque, literalmente, no hay dónde colgar un cuadro más.
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Por el lugar han pasado más de 200 artistas, figuras como Andy Montañéz, Alfredito Linares o Gilberto Santarosa, quienes invitados por Molina han ido a conocer el Museo, con el fin de que se vean retratados en décadas pasadas, cuando daban sus primeros conciertos en ‘la capital mundial de la salsa’.
“Esto yo lo considero como un patrimonio. Aquí están las fotos de los artistas en Cali. No en Bogotá, ni Medellín, ni Barraquilla. Es la historia gráfica de la rumba en Cali. De eso se trata. Habrá sitios más lujosos o más costosos, pero ninguno tiene mis fotos”, explica orgulloso Molina.
“Esto ya está montado. Aquí ya no hay que poner nada. Lo único que hay que poner es la música, que suene. Esto lo he hecho para dejárselo de recuerdo a Cali y a mi barrio. Con esto quedará mi hijo, quien tiene 36 años, y luego a mi nieto, que tiene 6 años”.
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